SOBRE EL BLOG:

Hola a todos/as:
En este blog encontraréis un libro que he escrito yo misma. Amor, traiciones y amistad se esconden en este libro.
¡ESPERO QUÉ OS GUSTE! :) :)

sábado, 18 de agosto de 2012

Capítulo 19.


19. NO BASTA CON UN SIMPLE ADIÓS.


Nueva York. Siete de la mañana.
-¡Maldita sea!- gritó Carlos.
-¿Qué pasa?- le preguntó Fernando.
Fernando era el compañero de habitación de Carlos y su mejor amigo en América. Es un chico tímido, aplicado, de la misma estatura que Carlos, moreno y de ojos marrones. Carlos se llevaba muy bien con él porque, además de ser buena chaval, hablaba su idioma.
-El maldito nudo de la carbota maldita, no me lo sé hacer. En mi casa me los hacía mi madre, pero aquí lo tengo difícil- le respondió Carlos luchando contra su corbata roja del uniforme.
Fernando soltó una carcajada muy sonora.
-Tranquilo que yo te lo hago.
El compañero de habitación se acercó a Carlos y le cogió la corbata con ambas manos.
-¡Eh, eh!- le advirtió Carlos- no tengamos muchas confianzas ¿eh?
-Descuida, soy fiel a mi novia- le dijo sacando la lengua.
Fernando vivía en Barcelona y allí conoció a su novia con la que lleva cuatro años saliendo. Carlos envidiaba esa parte de la vida de Fernando. En realidad, envidiaba las relaciones de todas las personas, solo por el hecho de que la suya hubiese sido un fraude. Él sabía que era muy egoísta en esa faceta suya.
-¿Quieres que te enseñe una foto suya?- le preguntó Fernando.
-Sí, porque no- le contestó Carlos curioso.
Fernando se acercó a su mochila, abrió uno de los bolsillos y sacó una foto. La cogió con una de sus manos y, con la otra, la tensó para que su amigo no la viese arrugada. Carlos tomó la foto con ambas manos y observó a la chica. Era una muchacha de pelo color caoba y ligeramente rizado, era como el pelo de Sara, sus ojos le recordaban a los de Noelia, tenía el mismo color ambarino y lucía una sonrisa similar a la de Ana, las dos asomaban sus dientes blancos. Todo lo que le recordaba a sus amigas estaba reflejado en la novia de Fernando.
-Se llama Claudia- le dijo el compañero de habitación.
-Es preciosa- le dijo Carlos entregándole la foto.
-Tengo mucha suerte solo por el hecho de estar a su lado- dijo Fernando.
-Seguro que sí- comentó Carlos cabizbajo.
Sara volvía a estar en su cabeza, bueno, en realidad nunca se llegó a ir.
-¿Qué te pasa?
-Nada. Es que he visto la foto y…
-Sigues pensado en esa chica que no te deja vivir tranquilo- le dijo Fernando- ¿Puedo darte un consejo?
-Claro.
-Olvídate de ella, el tenderla en la cabeza solo te va a hacer más daño. Si ella no quiere estar contigo, ella se lo pierde. Hay más chicas en el mundo, Carlos.
-Pero ninguna es como Sara- le comentó Carlos rápidamente- llevo tres años enamorado de esa chica, no puedo olvidarme de ella de la noche a la mañana, Fernando.
A Carlos no le apetecía seguir hablando del tema de Sara, la chica imposible que ocupó su corazón y del que no se desocupaba tan fácilmente. Se puso a mirar por el cristal de la ventana.
Fernando volvió a guardar la foto de su novia Claudia en el bolsillo de la mochila y se sentó en su cama, preocupado por su compañero de habitación y amigo.
Alguien llamó a la puerta y, con el permiso de Fernando, entró.
-Chicos bajad a la puerta principal, va a comenzar nuestra ruta por la ciudad- dijo el supervisor.
-¿Qué vamos a ver primero?- preguntó Fernando.
-Primero visitaremos las Torres Gemelas- finalizó el supervisor cerrando la puerta.
Carlos y Fernando no tardaron en salir por ella.


Zaragoza, seis y media de la mañana.
¡Riiiing! ¡riiing!- sonó el despertador de Noelia.
Ese sonido era odioso para todas aquellas personas que se levantaban a las seis y media de la mañana para ir a trabajar, o en este caso, para ir a la terrible universidad.
Noelia se levantó de mala gana, se duchó y se sentó en la mesa de la cocina para tomarse el desayuno que le había preparado su madre. Cuando terminó, le dio las gracias con un beso en la mejilla y entró en su cuarto para vestirse. Abrió el armario y eligió una camiseta roja, unos vaqueros de pitillo y una americana del mismo color que los pantalones. Se alisó el pelo y llamó a Pablo.
-Hola, Pablo- dijo ella por medio telefónico- ¿Qué tal estás?
-Hola, muy bien. Te paso a recoger dentro de quince minutos, ¿vale?
-De acuerdo, aquí te espero. Adiós.
-Hasta ahora- dijo Pablo finalizando la conversación telefónica.
Noelia miró el reloj de su habitación. Aún tenía un poco de tiempo para repasar el examen que tenían hoy, antes de que su amigo la pasase a buscar.
Sacó el libro de la materia que iba a tratar el control. Bioquímica.
Noelia estaba muy nerviosa, a pesar de que llevaba el examen muy bien preparado. Era el primer examen que le hacían a ella y a Pablo, ya que estaban estudiando la misma carrera universitaria, en su primer curso de medicina.
Los quince minutos que tenía para repasar la materia, pasaron muy rápido. Pablo llamó al telefonillo del portal. Su madre lo cogió y contestó.
-Baja enseguida- anunció.
Noelia cerró el libro de bioquímica, guardó sus apuntes que había ido tomando en clase, le dio otro beso a su madre y bajó las escaleras todo lo rápido que pudo.
Cuando llegó al patio del edificio, vio a Pablo apoyado contra la puerta de cristal que daba la bienvenida a la entrada de la casa. Noelia abrió la puerta y asustó a su amigo.
-Hola- le dijo Pablo dándole dos besos- subamos al coche o llegaremos tarde.
Pablo se montó en el asiento del conductor y Noelia en el del copiloto. Tenía tentación de volver a sacar sus apuntes y ponerse a repasar, pero se convenció de que lo llevaba muy bien preparado. Así que no merecía la pena sacarlos, además, tampoco era el mejor momento.
-¿Has hablado con Ana?- le preguntó Noelia.
-Sí- respondió- ella y Mario saldrán de su universidad a la hora de comer y quedarán con nosotros.
-Perfecto- le dijo ella muy contenta.
Le ponía muy alegre el saber que en muy pocas horas podría estar con Mario, el amor de su vida.
Pablo notó esa felicidad que era muy fácil de captar, pero no le dijo nada para no perder la concentración en la carretera.
Llegaron a la universidad, un edificio antiguo construido en mil novecientos veintiséis, aunque, ya reformado varias veces. La puerta principal, por la que entraban todas las mañanas, era de hierro y en el centro tenía un escudo que, nadie sabía lo que simbolizaba.
Pablo y Noelia entraron por la puerta, subieron las largas escaleras que conducían a una puerta más pequeña que daba a la secretaría de la facultad.
Allí, Noelia le pidió ayuda a la chica encargada de la secretaria para pedirle que, por favor, le dijese dónde estaba el aula en la que se daba la clase de bioquímica.
Después de dadas las instrucciones de cómo llegar a la clase, Pablo y Noelia se pusieron en camino para comenzar su examen.
-¿Es esta?- le preguntó Noelia a Pablo.
-Sí- le respondió- aula ciento cuarenta y ocho.
Noelia suspiró nerviosa por empezar su examen, puso su mano temblorosa en el picaporte de la puerta y la abrió. Dentro de la clase había dos chicos sentados en sus respectivos sitios esperando la llegada del profesor y tres siete chicas de las cuales, cuatro estaban repasando sus apuntes.
Noelia subió unos pequeños escalones que separaban la zona del profesor de la de los alumnos. Se sentó en una de las sillas del centro del aula. Pablo se sentó detrás de ella.
Al cabo de cinco o diez minutos, entró por la puerta un hombre de pelo canoso, con unas gafas redondas de abuela y vestido con una camisa azul, una corbata negra y unos pantalones del mismo color que la corbata. En la mano llevaba un maletín que dejó encima de su mesa. De él, sacó unos papeles grapados que los fue repartiendo a cada uno de los presentes. Los exámenes.
-Tienen dos horas para completar todas las preguntas, o las sus cerebros lleguen a comprender- les anunció el profesor una vez repartidos todos los exámenes. Noelia se puso más nerviosa al oír la última frase del licenciado- pueden comenzar.
Las dos horas pasaban lentamente. El examen se basaba en treinta preguntas y, cada una que avanzaba, a Noelia le parecía más complicada.
Pablo terminó el examen, cuando su amiga iba por la pregunta número veintitrés.
-Les quedan veinte minutos- anunció el profesor- los que hayan acabado pueden entregarlo, dejándolo encima de mi mesa y podrán irse.
Pablo se levantó de su sitio y le hizo un gesto a Noelia diciéndole que le esperaba fuera hasta que terminase el examen.
Cuando todos se fueron, solo quedaron tres personas dentro de la clase, Noelia y los dos chicos que esperaban sentados al profesor antes de comenzar el examen.
Noelia llegó a la última pregunta del control, aliviada respondió correctamente a la pregunta, o eso esperaba ella. Se levantó de su asiento, le entregó su examen al profesor y salió del aula para reunirse con Pablo fuera, en el pasillo.
-¿Qué tal te ha ido?- le preguntó a su amigo.
-Bastante bien, me he tenido que dejar dos preguntas sin contestar, pero por lo demás muy bien. ¿Y tú?
-Creo que bien, he respondido a todo sin ninguna duda.
-Seguro que sacarás muy buena nota, como siempre- le animó Pablo.
-¿Qué clase toca ahora, genética?- le preguntó Noelia.
-No, la profesora de genética se a puesto enferma y no hay ningún profesor que pueda sustituirla. Así que solo nos queda hoy por dar, anatomía.
-Bueno pues será mejor que no lleguemos tarde- acabó diciendo Noelia.
Caminaron uno de los largos pasillos de la facultad que llevaban a el tramo de escaleras que subía al cuarto y último piso de la universidad.
Entraron en el aula doscientos cuarenta y nueve, allí era su próxima clase.
Los dos amigos se sentaron juntos, uno al lado del otro. Noelia sacó su libro de anatomía y su cuaderno de apuntes, mientras que Pablo sacó su libro y un folio arrugado.
-Genial, ahora otras dos bonitas horas de anatomía- dijo Pablo en tono sarcástico.
-No te quejes, esto es mejor que dos odiosas horas de genética con una profesora que lo único que hace es estornudarte encima de ti cuando pasa a tu lado.
Pablo miró a Noelia.
-En eso tienes toda la razón del mundo- le dijo.
Se acabó la conversación cuando la profesora de anatomía entró por la puerta, no muy contenta que digamos. Era una señora de anciana edad, con el pelo gris y recogido con un moño bajo y, colgando en el hombro, llevaba un bolso tan grande como el de Mery Popins, en cualquier momento podría sacar un paraguas o un microondas.
Dejó su bolso encima de su silla y se dedicó a mirar a todos los alumnos de esa clase durante cinco largos minutos.
-¿Alguien de ustedes sabe lo qué es la anatomía?- preguntó muy seria, más que de costumbre.
Noelia se sabía la respuesta pero, en lugar de levantar la mano, se dedicó a mirar a sus compañeros, de los cuales, ninguno levantaba la mano. Al final, se decidió a levantar su mano temblorosa para responder a la pregunta plantada por la profesora.
-¿Sí, señorita Estrada?- preguntó la licenciada. La anciana le hizo un gesto a Noelia para que se levantase de su asiento y responder.
-La anatomía, es la ciencia que estudia la estructura del cuerpo de los seres vivos, es decir, la forma, la topografía, la disposición, la ubicación y la relación que tiene sus órganos entre sí.
Pablo miró a su amiga con la boca abierta. ‘’¡La de cosas que caben en la cabeza de esta chica!’’- pensó Pablo.
La profesora la miró desconcertada, nunca le habían dicho una definición tan correcta y completa.
-Perfecto señorita Estrada- le felicitó- puede sentarse.
Noelia obedeció a la orden de su profesora. Miró a Pablo que la seguía contemplando anonadado.
-¿Hay algo qué tú no sepas hacer?- le preguntó él de modo que solo Noelia lo oyese.
-Sí, no sé coser- dijo ella haciendo reír a Pablo.

Zaragoza, una y media de la tarde.
-¡Por fin!- gritó Pablo- ¡Ya era hora de que las clases se acabaran!
-Sí, ha sido un día un poco largo. ¿Crees que ya estarán puestas las notas de examen de bioquímica?
-Vamos a mirar en el tablón.
Los dos amigos bajaron al segundo piso de la facultad para mirar el tablón con las notas de las pruebas de esta mañana. Noelia estaba realmente nerviosa por saber su nota. En cambio, Pablo estaba muy tranquilo, sabía que le había salido bastante bien.
-Mírala tú primero, yo no la quiero saber- le dijo Noelia muy asustada por el resultado.
Pablo se acercó al folio con os resultados y empezó a buscar su apellido. Méndez, Méndez…. ¡aquí está!
-¿Qué has sacado?- le preguntó Noelia con la mano tapándose los ojos.
-¡Un ocho y medio!- gritó Pablo eufórico.
Noelia se quitó la mano de los ojos y felicito a su amigo dándole un fuerte abrazo.
-Enhorabuena, te lo mereces.
-Gracias, ahora mira la tuya
Noelia se acercó despacio al folio colgado en el tablón y empezó a buscar su apellido. Estrada, Estrada… ¡encontrado!
-Bueno y ¿qué, que tal te ha ido?- le preguntó Pablo.
Noelia no reaccionaba a la pregunta de su amigo. Se había quedado con la boca abierta mientras repasaba la cifra que había la lado de su nombre.
-No es posible- dijo ella con los ojos abiertos como platos.
-¿Te ha ido mal?
-No, he sacado un nueve con setenta y cinco. Es la nota más alta.
-¡Qué bien!- exclamó Pablo dándole un nuevo abrazo- te la merecías, has estado estudiando más que todos juntos en esa clase. Enhorabuena.
-Gracias, aun no me lo creo.
-Cuando se lo digas a Mario se sentirá muy orgulloso de ti, ya lo verás.
Salieron de la universidad para reunirse con Ana y Mario para comer. Iban andando por la calle cuando, de pronto, sonó un mensaje en el móvil de Pablo.

Quedamos para comer en casa de Mario.
Sara está allí y quiere decirnos algo.
Besos. Te quiero.

-Es un mensaje de Ana- le explicaba Pablo- al final vamos a comer en casa de Mario. Sara está allí y quiere decirnos algo.
Noelia se quedó inmóvil al oír el nombre de su amiga. ¡Sara había vuelto! Después de la vuelta de la casa de Jorge en la que pasaron el verano y de la despedida de Carlos, Sara estuvo en paradero desconocido durante meses. Sus padres llamaros a la policía y Mario dejaba anuncios por la ciudad por si alguna persona la había visto por allí, pero no dio resultado. Nadie la había visto y la policía no ayudó mucho en la búsqueda de la chica.
Pablo y Noelia se dirigieron a la parada del autobús que les dejaba a una manzana de la casa de Mario y Sara.
De camino a la casa de los dos hermanos el autobús se paró en un semáforo en rojo delante de un cartel que anunciaba la universidad a la que había ido Carlos. En ese momento el pelirrojo invadió la cabeza de Noelia con buenos y malos momentos vividos juntos. Pablo también se había fijado en el cartel de la universidad y bajó la mirada hasta que el autobús arrancó de nuevo. A Noelia se le hizo un nudo en la garganta, lo echaba mucho de menos. Tenía muchas cosas que contarle. Noelia notó la mano de Pablo sobre su hombro, él sabía por lo que ella y Carlos habían pasado juntos.
-Tranquila, nuestro pelirrojo seguro que también nos echa mucho de menos.
-Seguro- le dijo ella con una tristeza que le invadía el cuerpo.
Llegaron a la parada que les dejaba cerca de la casa de Mario y Sara. Pablo veía a Noelia cabizbaja por pensar en Carlos. Junto con Mario, fueron los primeros en hacer este pequeño grupo de amigos. Más tarde se fueron uniendo los demás.
-Portal quince, es aquí- afirmó Noelia con seguridad.
Presionó el botón del tercero B. La voz de Mario no tardó en contestar.
-Os abro- contestó
-¡Vale!
Abrieron la puerta y saludaron al portero que estaba limpiando los cristales de la puerta del edificio. Cogieron el ascensor que los llevaría al piso de Mario y de su hermana. Y, llegaron a la puerta del tercero B. No les hizo falta llamar al timbre de la puerta, Mario abrió nada más verlos llegar por la mirilla. El primero en saludar a Mario fue Pablo que le dio un abrazo y entró en la casa buscando a Ana. Cuando la encontró, la chica se colgó de su cuello y le do un largo beso en los labios. Mientras que Noelia se acercó a Mario y le dio un tierno y cariñoso beso, más tarde llegó un abrazo por parte de los dos.
-¿Cómo estás?- le preguntó él.
-Muy bien, he sacado un nueve con setenta y cinco en el examen de bioquímica.
-¡Eso es genial! ¡Felicidades, te lo mereces por todo lo que has estudiado!
Mario volvió a abrazar a la chica y después le regaló un largo beso en los labios.
-¿Y tu hermana?- le preguntó Noelia preocupada.
-Está en el salón esperándonos.
-¿No te ha contado nada?
-No, quería que estuvieseis todos aquí. No he podido sonsacarle nada.
Noelia trató de mostrarle su mejor sonrisa, era mucho lo que Mario tenía que soportar. La desaparición de su hermana, la despedida de Carlos, eran muchas cosas a la vez.
Cogió la mano de su novia y se acercaron a donde estaban Pablo y Ana. Cuando las chicas se vieron no dudaron en abrazarse y darse dos besos la una a la otra.
-Pablo ya me a contado la noticia de tu nota en el examen. ¡Enhorabuena!
-Gracias, Pablo también lo ha hecho muy bien. Tenemos que estar orgullosos.
Por un momento se olvidaron de la noticia que Sara tenía que comunicarles, por un momento la felicidad invadía sus cuerpos, por un momento todo era como antes. Pero la realidad no siempre es como la deseamos.
-Os lo merecíais los dos- dijo una voz débil que venía de la puerta del salón de la casa.
Sara estaba apoyada contra en marco de la puerta. Tenía los ojos rojos y llorosos. No iba maquillada, sino que algo desaliñada. Hacía mucho tiempo que no la veían así. Noelia vio a su amiga y no tardó en abrazarla. La había echado mucho de menos, cuando Mario le contó la noticia no tardó en ayudar todo lo que pudo a su familia. Aunque todo fue inútil.
A Sara le brotaban las lágrimas de los ojos al abrazar a su amiga. No se podía imaginar todo lo que le había hecho sufrir.
-Lo siento- intentó decirle Sara a Noelia.
-Shh- le calló Noelia- ya ha pasado todo, has vuelto y eso es lo que importa. Olvídate de todo lo demás.
Sara abrazó con más fuerza a Noelia. Pronto se les unió Ana que no podía evitar el llorar.
Pablo y Mario las contemplaban emocionados. Por fin estaban juntas de nuevo. Desde pequeñas lo habían compartido todo; emociones, sentimientos, secretos, todo. No se las podían imaginar separadas. Prácticamente, era algo imposible.
Cuando las tres amigas se separaron de esa gran abrazo, Mario, que estaba muerto de hambre, tuvo que intervenir.
-Bueno, qué tal si primero comemos y luego Sara nos cuenta eso tan importante que tenía que decirnos.
-Vale- respondió Sara secándose las lágrimas con la manga del pijama.
Todos entraron al salón y se sirvieron cada uno su comida en el plato.
-¿Os parece bien que pongamos la televisión?
-A esta hora solo hay noticias- reprochó Pablo.
-Hay que ver las noticias o serás un inculto toda tu vida- le dijo Ana con voz firme, lo que hizo que todos soltasen alguna carcajada.
Mario encendió la televisión y puso Antena 3. después dejó el mando en el sofá y se sentó con los demás a comer.
-Voy un momento al baño, enseguida vuelvo- anunció Sara saliendo de la habitación.
Mientras tanto, los demás se quedaron en el salón escuchando las noticias.
-Accidente trágico en la ciudad de Nueva York esta misma mañana- contaba la reportera de las noticias.
Los cuatro amigos escuchaban atentos la noticia que estaba contando la chica del telediario. Noelia sintió u nudo en el estómago, la noticia le hacía suponer que a Carlos podía haberle pasado algo. Cogió el mando para subir el volumen de la televisión.
-Esta misma mañana un avión pilotado por los terroristas ha impactado contra las Torres Gemelas de la ciudad de Nueva York. Han muerto 246 personas de las cuales un grupo de chicos de la nueva universidad abierta este mismo curso. Sus nombres son: Adriana Esteso, Fernando Álvarez…- la reportera siguió anunciando nombres hasta que llegó al más importante de todos- y por último Carlos Sánchez. De este último se ha podido encontrar en su bolsillo un foto de el fallecido con una chica en la que por detrás pone: Te amo.
La foto de Carlos apareció en la pantalla de todos los que estuviesen viendo esa catástrofe.
-Y esto a sido todo por hoy. Les dejamos con las imágenes de accidente. Buenas tardes- finalizó la reportera.
No podía ser verdad. No podía ser que la vida de ese pelirrojo hubiese acabado en ese trágico acontecimiento. ¡No podía ser!
Ana se tapaba la cara con las manos mientras que los brazos de Pablo la rodeaban. Ambos lloraban. Era inevitable.
Mario lloraba apretando lo puños y mirando al suelo. Lleno de ira y de tristeza, agarró uno de los jarrones de la estantería y lo lanzó contra el suelo. El jarrón se hizo añicos. Noelia miraba la pantalla apagada de la televisión. Las lágrimas le caían por las mejillas, hasta que, algunas llegaban a tocar el suelo.
-Decidme que nos es verdad, por favor- intentó decir Ana- ¡No puede ser verdad! ¡Carlos no puede estar muerto!
-No…no se lo…lo han po…podido llevar…así- intentó decir Noelia.
Mario corrió a abrazarla, los dos lo necesitaban aunque eso no cambiaría nada.
De repente el ruido de un vaso de cristal haciéndose añicos en el suelo sobresaltó a los cuatro amigos.
Sara estaba pálida y temblando. Había estado todo el rato escuchando la noticia con un vaso lleno de agua en la mano. Otra vez, las lágrimas se apoderaban de ella de manera inevitable. La muerte de Carlos había sido como una puñalada en el corazón para Sara. La chica de la foto y la chica de su
corazón.








1 comentario: