19. NO
BASTA CON UN SIMPLE ADIÓS.
Nueva York. Siete
de la mañana.
-¡Maldita
sea!- gritó Carlos.
-¿Qué pasa?-
le preguntó Fernando.
Fernando era
el compañero de habitación de Carlos y su mejor amigo en América. Es un chico
tímido, aplicado, de la misma estatura que Carlos, moreno y de ojos marrones.
Carlos se llevaba muy bien con él porque, además de ser buena chaval, hablaba
su idioma.
-El maldito
nudo de la carbota maldita, no me lo sé hacer. En mi casa me los hacía mi
madre, pero aquí lo tengo difícil- le respondió Carlos luchando contra su
corbata roja del uniforme.
Fernando
soltó una carcajada muy sonora.
-Tranquilo
que yo te lo hago.
El compañero
de habitación se acercó a Carlos y le cogió la corbata con ambas manos.
-¡Eh, eh!-
le advirtió Carlos- no tengamos muchas confianzas ¿eh?
-Descuida,
soy fiel a mi novia- le dijo sacando la lengua.
Fernando
vivía en Barcelona y allí conoció a su novia con la que lleva cuatro años
saliendo. Carlos envidiaba esa parte de la vida de Fernando. En realidad,
envidiaba las relaciones de todas las personas, solo por el hecho de que la
suya hubiese sido un fraude. Él sabía que era muy egoísta en esa faceta suya.
-¿Quieres
que te enseñe una foto suya?- le preguntó Fernando.
-Sí, porque
no- le contestó Carlos curioso.
Fernando se
acercó a su mochila, abrió uno de los bolsillos y sacó una foto. La cogió con
una de sus manos y, con la otra, la tensó para que su amigo no la viese
arrugada. Carlos tomó la foto con ambas manos y observó a la chica. Era una
muchacha de pelo color caoba y ligeramente rizado, era como el pelo de Sara,
sus ojos le recordaban a los de Noelia, tenía el mismo color ambarino y lucía
una sonrisa similar a la de Ana, las dos asomaban sus dientes blancos. Todo lo
que le recordaba a sus amigas estaba reflejado en la novia de Fernando.
-Se llama
Claudia- le dijo el compañero de habitación.
-Es
preciosa- le dijo Carlos entregándole la foto.
-Tengo mucha
suerte solo por el hecho de estar a su lado- dijo Fernando.
-Seguro que
sí- comentó Carlos cabizbajo.
Sara volvía
a estar en su cabeza, bueno, en realidad nunca se llegó a ir.
-¿Qué te
pasa?
-Nada. Es
que he visto la foto y…
-Sigues
pensado en esa chica que no te deja vivir tranquilo- le dijo Fernando- ¿Puedo
darte un consejo?
-Claro.
-Olvídate de
ella, el tenderla en la cabeza solo te va a hacer más daño. Si ella no quiere
estar contigo, ella se lo pierde. Hay más chicas en el mundo, Carlos.
-Pero
ninguna es como Sara- le comentó Carlos rápidamente- llevo tres años enamorado
de esa chica, no puedo olvidarme de ella de la noche a la mañana, Fernando.
A Carlos no
le apetecía seguir hablando del tema de Sara, la chica imposible que ocupó su
corazón y del que no se desocupaba tan fácilmente. Se puso a mirar por el
cristal de la ventana.
Fernando
volvió a guardar la foto de su novia Claudia en el bolsillo de la mochila y se
sentó en su cama, preocupado por su compañero de habitación y amigo.
Alguien
llamó a la puerta y, con el permiso de Fernando, entró.
-Chicos
bajad a la puerta principal, va a comenzar nuestra ruta por la ciudad- dijo el
supervisor.
-¿Qué vamos
a ver primero?- preguntó Fernando.
-Primero
visitaremos las Torres Gemelas- finalizó el supervisor cerrando la puerta.
Carlos y
Fernando no tardaron en salir por ella.
Zaragoza, seis
y media de la mañana.
¡Riiiing!
¡riiing!- sonó el despertador de Noelia.
Ese sonido
era odioso para todas aquellas personas que se levantaban a las seis y media de
la mañana para ir a trabajar, o en este caso, para ir a la terrible
universidad.
Noelia se
levantó de mala gana, se duchó y se sentó en la mesa de la cocina para tomarse
el desayuno que le había preparado su madre. Cuando terminó, le dio las gracias
con un beso en la mejilla y entró en su cuarto para vestirse. Abrió el armario
y eligió una camiseta roja, unos vaqueros de pitillo y una americana del mismo
color que los pantalones. Se alisó el pelo y llamó a Pablo.
-Hola,
Pablo- dijo ella por medio telefónico- ¿Qué tal estás?
-Hola, muy
bien. Te paso a recoger dentro de quince minutos, ¿vale?
-De acuerdo,
aquí te espero. Adiós.
-Hasta
ahora- dijo Pablo finalizando la conversación telefónica.
Noelia miró
el reloj de su habitación. Aún tenía un poco de tiempo para repasar el examen
que tenían hoy, antes de que su amigo la pasase a buscar.
Sacó el
libro de la materia que iba a tratar el control. Bioquímica.
Noelia
estaba muy nerviosa, a pesar de que llevaba el examen muy bien preparado. Era
el primer examen que le hacían a ella y a Pablo, ya que estaban estudiando la
misma carrera universitaria, en su primer curso de medicina.
Los quince
minutos que tenía para repasar la materia, pasaron muy rápido. Pablo llamó al
telefonillo del portal. Su madre lo cogió y contestó.
-Baja
enseguida- anunció.
Noelia cerró
el libro de bioquímica, guardó sus apuntes que había ido tomando en clase, le
dio otro beso a su madre y bajó las escaleras todo lo rápido que pudo.
Cuando llegó
al patio del edificio, vio a Pablo apoyado contra la puerta de cristal que daba
la bienvenida a la entrada de la casa. Noelia abrió la puerta y asustó a su
amigo.
-Hola- le
dijo Pablo dándole dos besos- subamos al coche o llegaremos tarde.
Pablo se
montó en el asiento del conductor y Noelia en el del copiloto. Tenía tentación
de volver a sacar sus apuntes y ponerse a repasar, pero se convenció de que lo
llevaba muy bien preparado. Así que no merecía la pena sacarlos, además,
tampoco era el mejor momento.
-¿Has
hablado con Ana?- le preguntó Noelia.
-Sí-
respondió- ella y Mario saldrán de su universidad a la hora de comer y quedarán
con nosotros.
-Perfecto-
le dijo ella muy contenta.
Le ponía muy
alegre el saber que en muy pocas horas podría estar con Mario, el amor de su
vida.
Pablo notó
esa felicidad que era muy fácil de captar, pero no le dijo nada para no perder
la concentración en la carretera.
Llegaron a
la universidad, un edificio antiguo construido en mil novecientos veintiséis,
aunque, ya reformado varias veces. La puerta principal, por la que entraban
todas las mañanas, era de hierro y en el centro tenía un escudo que, nadie
sabía lo que simbolizaba.
Pablo y
Noelia entraron por la puerta, subieron las largas escaleras que conducían a
una puerta más pequeña que daba a la secretaría de la facultad.
Allí, Noelia
le pidió ayuda a la chica encargada de la secretaria para pedirle que, por
favor, le dijese dónde estaba el aula en la que se daba la clase de bioquímica.
Después de
dadas las instrucciones de cómo llegar a la clase, Pablo y Noelia se pusieron
en camino para comenzar su examen.
-¿Es esta?-
le preguntó Noelia a Pablo.
-Sí- le
respondió- aula ciento cuarenta y ocho.
Noelia
suspiró nerviosa por empezar su examen, puso su mano temblorosa en el picaporte
de la puerta y la abrió. Dentro de la clase había dos chicos sentados en sus
respectivos sitios esperando la llegada del profesor y tres siete chicas de las
cuales, cuatro estaban repasando sus apuntes.
Noelia subió
unos pequeños escalones que separaban la zona del profesor de la de los
alumnos. Se sentó en una de las sillas del centro del aula. Pablo se sentó
detrás de ella.
Al cabo de
cinco o diez minutos, entró por la puerta un hombre de pelo canoso, con unas
gafas redondas de abuela y vestido con una camisa azul, una corbata negra y
unos pantalones del mismo color que la corbata. En la mano llevaba un maletín
que dejó encima de su mesa. De él, sacó unos papeles grapados que los fue
repartiendo a cada uno de los presentes. Los exámenes.
-Tienen dos
horas para completar todas las preguntas, o las sus cerebros lleguen a
comprender- les anunció el profesor una vez repartidos todos los exámenes.
Noelia se puso más nerviosa al oír la última frase del licenciado- pueden
comenzar.
Las dos
horas pasaban lentamente. El examen se basaba en treinta preguntas y, cada una
que avanzaba, a Noelia le parecía más complicada.
Pablo
terminó el examen, cuando su amiga iba por la pregunta número veintitrés.
-Les quedan
veinte minutos- anunció el profesor- los que hayan acabado pueden entregarlo,
dejándolo encima de mi mesa y podrán irse.
Pablo se
levantó de su sitio y le hizo un gesto a Noelia diciéndole que le esperaba
fuera hasta que terminase el examen.
Cuando todos
se fueron, solo quedaron tres personas dentro de la clase, Noelia y los dos
chicos que esperaban sentados al profesor antes de comenzar el examen.
Noelia llegó
a la última pregunta del control, aliviada respondió correctamente a la
pregunta, o eso esperaba ella. Se levantó de su asiento, le entregó su examen
al profesor y salió del aula para reunirse con Pablo fuera, en el pasillo.
-¿Qué tal te
ha ido?- le preguntó a su amigo.
-Bastante
bien, me he tenido que dejar dos preguntas sin contestar, pero por lo demás muy
bien. ¿Y tú?
-Creo que
bien, he respondido a todo sin ninguna duda.
-Seguro que
sacarás muy buena nota, como siempre- le animó Pablo.
-¿Qué clase
toca ahora, genética?- le preguntó Noelia.
-No, la
profesora de genética se a puesto enferma y no hay ningún profesor que pueda
sustituirla. Así que solo nos queda hoy por dar, anatomía.
-Bueno pues
será mejor que no lleguemos tarde- acabó diciendo Noelia.
Caminaron
uno de los largos pasillos de la facultad que llevaban a el tramo de escaleras
que subía al cuarto y último piso de la universidad.
Entraron en
el aula doscientos cuarenta y nueve, allí era su próxima clase.
Los dos
amigos se sentaron juntos, uno al lado del otro. Noelia sacó su libro de
anatomía y su cuaderno de apuntes, mientras que Pablo sacó su libro y un folio
arrugado.
-Genial,
ahora otras dos bonitas horas de anatomía- dijo Pablo en tono sarcástico.
-No te
quejes, esto es mejor que dos odiosas horas de genética con una profesora que
lo único que hace es estornudarte encima de ti cuando pasa a tu lado.
Pablo miró a
Noelia.
-En eso
tienes toda la razón del mundo- le dijo.
Se acabó la
conversación cuando la profesora de anatomía entró por la puerta, no muy
contenta que digamos. Era una señora de anciana edad, con el pelo gris y
recogido con un moño bajo y, colgando en el hombro, llevaba un bolso tan grande
como el de Mery Popins, en cualquier momento podría sacar un paraguas o un
microondas.
Dejó su
bolso encima de su silla y se dedicó a mirar a todos los alumnos de esa clase
durante cinco largos minutos.
-¿Alguien de
ustedes sabe lo qué es la anatomía?- preguntó muy seria, más que de costumbre.
Noelia se
sabía la respuesta pero, en lugar de levantar la mano, se dedicó a mirar a sus
compañeros, de los cuales, ninguno levantaba la mano. Al final, se decidió a
levantar su mano temblorosa para responder a la pregunta plantada por la
profesora.
-¿Sí,
señorita Estrada?- preguntó la licenciada. La anciana le hizo un gesto a Noelia
para que se levantase de su asiento y responder.
-La
anatomía, es la ciencia que estudia la estructura del cuerpo de los seres
vivos, es decir, la forma, la topografía, la disposición, la ubicación y la
relación que tiene sus órganos entre sí.
Pablo miró a
su amiga con la boca abierta. ‘’¡La de cosas que caben en la cabeza de esta
chica!’’- pensó Pablo.
La profesora
la miró desconcertada, nunca le habían dicho una definición tan correcta y
completa.
-Perfecto
señorita Estrada- le felicitó- puede sentarse.
Noelia
obedeció a la orden de su profesora. Miró a Pablo que la seguía contemplando
anonadado.
-¿Hay algo
qué tú no sepas hacer?- le preguntó él de modo que solo Noelia lo oyese.
-Sí, no sé
coser- dijo ella haciendo reír a Pablo.
Zaragoza,
una y media de la tarde.
-¡Por fin!-
gritó Pablo- ¡Ya era hora de que las clases se acabaran!
-Sí, ha sido
un día un poco largo. ¿Crees que ya estarán puestas las notas de examen de
bioquímica?
-Vamos a
mirar en el tablón.
Los dos
amigos bajaron al segundo piso de la facultad para mirar el tablón con las
notas de las pruebas de esta mañana. Noelia estaba realmente nerviosa por saber
su nota. En cambio, Pablo estaba muy tranquilo, sabía que le había salido
bastante bien.
-Mírala tú
primero, yo no la quiero saber- le dijo Noelia muy asustada por el resultado.
Pablo se
acercó al folio con os resultados y empezó a buscar su apellido. Méndez,
Méndez…. ¡aquí está!
-¿Qué has
sacado?- le preguntó Noelia con la mano tapándose los ojos.
-¡Un ocho y
medio!- gritó Pablo eufórico.
Noelia se
quitó la mano de los ojos y felicito a su amigo dándole un fuerte abrazo.
-Enhorabuena,
te lo mereces.
-Gracias,
ahora mira la tuya
Noelia se
acercó despacio al folio colgado en el tablón y empezó a buscar su apellido.
Estrada, Estrada… ¡encontrado!
-Bueno y
¿qué, que tal te ha ido?- le preguntó Pablo.
Noelia no
reaccionaba a la pregunta de su amigo. Se había quedado con la boca abierta
mientras repasaba la cifra que había la lado de su nombre.
-No es
posible- dijo ella con los ojos abiertos como platos.
-¿Te ha ido
mal?
-No, he
sacado un nueve con setenta y cinco. Es la nota más alta.
-¡Qué bien!-
exclamó Pablo dándole un nuevo abrazo- te la merecías, has estado estudiando
más que todos juntos en esa clase. Enhorabuena.
-Gracias,
aun no me lo creo.
-Cuando se
lo digas a Mario se sentirá muy orgulloso de ti, ya lo verás.
Salieron de
la universidad para reunirse con Ana y Mario para comer. Iban andando por la
calle cuando, de pronto, sonó un mensaje en el móvil de Pablo.
Quedamos para comer en casa de Mario.
Sara está allí y quiere decirnos algo.
Besos. Te quiero.
-Es un
mensaje de Ana- le explicaba Pablo- al final vamos a comer en casa de Mario.
Sara está allí y quiere decirnos algo.
Noelia se
quedó inmóvil al oír el nombre de su amiga. ¡Sara había vuelto! Después de la
vuelta de la casa de Jorge en la que pasaron el verano y de la despedida de
Carlos, Sara estuvo en paradero desconocido durante meses. Sus padres llamaros
a la policía y Mario dejaba anuncios por la ciudad por si alguna persona la
había visto por allí, pero no dio resultado. Nadie la había visto y la policía
no ayudó mucho en la búsqueda de la chica.
Pablo y
Noelia se dirigieron a la parada del autobús que les dejaba a una manzana de la
casa de Mario y Sara.
De camino a
la casa de los dos hermanos el autobús se paró en un semáforo en rojo delante
de un cartel que anunciaba la universidad a la que había ido Carlos. En ese
momento el pelirrojo invadió la cabeza de Noelia con buenos y malos momentos
vividos juntos. Pablo también se había fijado en el cartel de la universidad y
bajó la mirada hasta que el autobús arrancó de nuevo. A Noelia se le hizo un
nudo en la garganta, lo echaba mucho de menos. Tenía muchas cosas que contarle.
Noelia notó la mano de Pablo sobre su hombro, él sabía por lo que ella y Carlos
habían pasado juntos.
-Tranquila,
nuestro pelirrojo seguro que también nos echa mucho de menos.
-Seguro- le
dijo ella con una tristeza que le invadía el cuerpo.
Llegaron a
la parada que les dejaba cerca de la casa de Mario y Sara. Pablo veía a Noelia
cabizbaja por pensar en Carlos. Junto con Mario, fueron los primeros en hacer
este pequeño grupo de amigos. Más tarde se fueron uniendo los demás.
-Portal
quince, es aquí- afirmó Noelia con seguridad.
Presionó el
botón del tercero B. La voz de Mario no tardó en contestar.
-Os abro-
contestó
-¡Vale!
Abrieron la
puerta y saludaron al portero que estaba limpiando los cristales de la puerta
del edificio. Cogieron el ascensor que los llevaría al piso de Mario y de su
hermana. Y, llegaron a la puerta del tercero B. No les hizo falta llamar al
timbre de la puerta, Mario abrió nada más verlos llegar por la mirilla. El
primero en saludar a Mario fue Pablo que le dio un abrazo y entró en la casa
buscando a Ana. Cuando la encontró, la chica se colgó de su cuello y le do un
largo beso en los labios. Mientras que Noelia se acercó a Mario y le dio un
tierno y cariñoso beso, más tarde llegó un abrazo por parte de los dos.
-¿Cómo
estás?- le preguntó él.
-Muy bien,
he sacado un nueve con setenta y cinco en el examen de bioquímica.
-¡Eso es
genial! ¡Felicidades, te lo mereces por todo lo que has estudiado!
Mario volvió
a abrazar a la chica y después le regaló un largo beso en los labios.
-¿Y tu
hermana?- le preguntó Noelia preocupada.
-Está en el
salón esperándonos.
-¿No te ha
contado nada?
-No, quería
que estuvieseis todos aquí. No he podido sonsacarle nada.
Noelia trató
de mostrarle su mejor sonrisa, era mucho lo que Mario tenía que soportar. La
desaparición de su hermana, la despedida de Carlos, eran muchas cosas a la vez.
Cogió la
mano de su novia y se acercaron a donde estaban Pablo y Ana. Cuando las chicas
se vieron no dudaron en abrazarse y darse dos besos la una a la otra.
-Pablo ya me
a contado la noticia de tu nota en el examen. ¡Enhorabuena!
-Gracias,
Pablo también lo ha hecho muy bien. Tenemos que estar orgullosos.
Por un
momento se olvidaron de la noticia que Sara tenía que comunicarles, por un
momento la felicidad invadía sus cuerpos, por un momento todo era como antes.
Pero la realidad no siempre es como la deseamos.
-Os lo
merecíais los dos- dijo una voz débil que venía de la puerta del salón de la
casa.
Sara estaba
apoyada contra en marco de la puerta. Tenía los ojos rojos y llorosos. No iba
maquillada, sino que algo desaliñada. Hacía mucho tiempo que no la veían así.
Noelia vio a su amiga y no tardó en abrazarla. La había echado mucho de menos,
cuando Mario le contó la noticia no tardó en ayudar todo lo que pudo a su
familia. Aunque todo fue inútil.
A Sara le
brotaban las lágrimas de los ojos al abrazar a su amiga. No se podía imaginar
todo lo que le había hecho sufrir.
-Lo siento-
intentó decirle Sara a Noelia.
-Shh- le
calló Noelia- ya ha pasado todo, has vuelto y eso es lo que importa. Olvídate
de todo lo demás.
Sara abrazó
con más fuerza a Noelia. Pronto se les unió Ana que no podía evitar el llorar.
Pablo y
Mario las contemplaban emocionados. Por fin estaban juntas de nuevo. Desde
pequeñas lo habían compartido todo; emociones, sentimientos, secretos, todo. No
se las podían imaginar separadas. Prácticamente, era algo imposible.
Cuando las
tres amigas se separaron de esa gran abrazo, Mario, que estaba muerto de
hambre, tuvo que intervenir.
-Bueno, qué
tal si primero comemos y luego Sara nos cuenta eso tan importante que tenía que
decirnos.
-Vale-
respondió Sara secándose las lágrimas con la manga del pijama.
Todos
entraron al salón y se sirvieron cada uno su comida en el plato.
-¿Os parece
bien que pongamos la televisión?
-A esta hora
solo hay noticias- reprochó Pablo.
-Hay que ver
las noticias o serás un inculto toda tu vida- le dijo Ana con voz firme, lo que
hizo que todos soltasen alguna carcajada.
Mario
encendió la televisión y puso Antena 3. después dejó el mando en el sofá y se
sentó con los demás a comer.
-Voy un
momento al baño, enseguida vuelvo- anunció Sara saliendo de la habitación.
Mientras
tanto, los demás se quedaron en el salón escuchando las noticias.
-Accidente
trágico en la ciudad de Nueva York esta misma mañana- contaba la reportera de
las noticias.
Los cuatro
amigos escuchaban atentos la noticia que estaba contando la chica del
telediario. Noelia sintió u nudo en el estómago, la noticia le hacía suponer
que a Carlos podía haberle pasado algo. Cogió el mando para subir el volumen de
la televisión.
-Esta misma
mañana un avión pilotado por los terroristas ha impactado contra las Torres
Gemelas de la ciudad de Nueva York. Han muerto 246 personas de las cuales un
grupo de chicos de la nueva universidad abierta este mismo curso. Sus nombres
son: Adriana Esteso, Fernando Álvarez…- la reportera siguió anunciando nombres
hasta que llegó al más importante de todos- y por último Carlos Sánchez. De
este último se ha podido encontrar en su bolsillo un foto de el fallecido con
una chica en la que por detrás pone: Te amo.
La foto de
Carlos apareció en la pantalla de todos los que estuviesen viendo esa
catástrofe.
-Y esto a
sido todo por hoy. Les dejamos con las imágenes de accidente. Buenas tardes- finalizó
la reportera.
No podía ser
verdad. No podía ser que la vida de ese pelirrojo hubiese acabado en ese
trágico acontecimiento. ¡No podía ser!
Ana se
tapaba la cara con las manos mientras que los brazos de Pablo la rodeaban.
Ambos lloraban. Era inevitable.
Mario
lloraba apretando lo puños y mirando al suelo. Lleno de ira y de tristeza,
agarró uno de los jarrones de la estantería y lo lanzó contra el suelo. El
jarrón se hizo añicos. Noelia miraba la pantalla apagada de la televisión. Las
lágrimas le caían por las mejillas, hasta que, algunas llegaban a tocar el
suelo.
-Decidme que
nos es verdad, por favor- intentó decir Ana- ¡No puede ser verdad! ¡Carlos no
puede estar muerto!
-No…no se
lo…lo han po…podido llevar…así- intentó decir Noelia.
Mario corrió
a abrazarla, los dos lo necesitaban aunque eso no cambiaría nada.
De repente
el ruido de un vaso de cristal haciéndose añicos en el suelo sobresaltó a los
cuatro amigos.
Sara estaba
pálida y temblando. Había estado todo el rato escuchando la noticia con un vaso
lleno de agua en la mano. Otra vez, las lágrimas se apoderaban de ella de
manera inevitable. La muerte de Carlos había sido como una puñalada en el
corazón para Sara. La chica de la foto y la chica de su
corazón.
aun no está terminado, pero pronto lo estará.
ResponderEliminarLa autora.