SOBRE EL BLOG:

Hola a todos/as:
En este blog encontraréis un libro que he escrito yo misma. Amor, traiciones y amistad se esconden en este libro.
¡ESPERO QUÉ OS GUSTE! :) :)

sábado, 18 de agosto de 2012

Capítulo 10.


10. ¡ME VES CARA DE TONTA O QUÉ!


El despertador le sonó a las ocho de la mañana. Era un delito levantarse a esas horas un sábado, aunque se levantaba más pronto para ir a la universidad. 
Carlos la iba a pasar a buscar dentro de media hora. Se levantó de la cama, desganada, se metió a la ducha y más tarde desayunó. Tenía diez minutos para vestirse y que el pelirrojo de su amigo la pasase a buscar. Abrió su armario, no sabía que ponerse. Tampoco quería ir muy arreglada para ver a ese amorfo de Jorge y a la asesina de su novia, Paola. Cogió unos pantalones cortos de color blanco y una sudadera verde con la frase the boy is mine. Le encantaba esa sudadera. Ana y Sara se la regalaron cuando cumplió los dieciocho años. Cuando terminó de vestirse y arreglarse, alguien llamó al timbre de la puerta del portal. Pulsando el botón del telefonillo Noelia podía comprobar quien llamaba a la puerta. Pulsó el botón y apareció un chico bajito, pelirrojo, que se estaba repeinando el uno de los espejos que adornaban el portal. Era Carlos.
-Enseguida bajo- dijo ella.
-Aquí te espero- respondió su amigo sin dejar de mirarse al espejo.
Se despidió de sus padres, no pudo hacer lo mismo con su hermana. La muy vaga estaba durmiendo en la cama.
-Pásatelo bien- le dijo su padre- y no hagas locuras que te conozco.
-Define locuras- dijo Noelia con una carcajada- tendré cuidado.
-Llámanos de vez en cuando- le dijo su madre dándole un abrazo.
-Lo haré. Adiós- acabó diciendo ella saliendo por la puerta.
Bajo las escaleras lo más rápido que pudo para no hacer esperara a su amigo. Abrió la puerta del patio y encontró a Carlos. 
-Hola, ha sido corta la espera. Conociéndote podríamos haber salido de aquí mañana por la noche- dijo el haciendo una mueca sacando la lengua.
-Yo también me alegro de verte- dijo Noelia dándole dos besos.
-Vamos, Ana y Pablo no están esperando para ir a la estación.
Caminaron hacia un monovolumen de color rojo. Se abrió la ventanilla del copiloto, asomó la cabeza una chica rubia. Ana.
-Venga, daos prisa o llegaremos tarde- dijo Ana y de repente miró a Noelia- Mario se estará impacientando.
Entraron en el coche. Al volante estaba Pablo que le dio un beso a su chica antes de empezar en viaje.
-Ejem, chicos- comenzó a decir Carlos interrumpiendo a los enamorados- no quisiera cortaros el rollo, pero no quiero empezar el verano vomitando.
La pareja se separó algo molesta por la actitud de su amigo, siempre tenía que hacer comentarios. Noelia se reía, hacía mucho tiempo que no se reía así. Desde que todo acabó con Mario su mundo era de color gris. Sus amigos siempre le aportaban algo de color cada día.
Durante el trayecto hacia la estación la pareja no paraba de hacerse arrumacos y, en los semáforos en rojo se daban algún beso cortito. A veces llegaban a ser algo empalagosos e insoportables, pero estaban enamorados y contra eso no se puede hacer nada. 
En la parte de atrás del coche, Carlos y Noelia hablaban sobre temas que sacaba el chico. Siempre el mismo. Fútbol, fútbol y más fútbol. A ella no le desagradaba ese tema, pero siempre era lo mismo. 
Se hizo el silencio en aquella parte del coche hasta que Mario le preguntó algo inesperado a Noelia.
-¿Has pensado en Mario todo este tiempo?
Noelia se sorprendió, nunca había hablado con el de ese tema.
-Siempre pienso en el- dijo ella muy segura- pero en estos momentos no sé que somos, amigos, pareja de nuevo, no lo sé.
-Y ¿por qué no se lo preguntas?- le dijo el pelirrojo.
-Pues porque no quiero agobiarlo más, ya es muy difícil para los dos estar juntos estos meses del verano sin saber que somos en realidad- dijo ella cabizbaja- aunque no sé porque me lamento sabiendo que la culpa de todo esto lo tengo yo.
Carlos vio como los ojos de su amiga se ponían rojos y vidriosos. Eran muchos los recuerdos que Mario y ella tenían juntos, antes y siendo pareja.
-No te culpes de algo malo que no has hecho. Lo que tuvo que pasar entre vosotros no fue elección vuestra. Desde la distancia todas las relaciones son complicadas. ¿sabes cuantas parejas se rompen por la distancia? Un montón, Noelia. Y seguro que ninguno de los miembros de estas eligieron estar separados. Así que no te culpes por algo que pasa a diario.
Le consolaron las palabras de su amigo. Tenía el poder de hacerla sentir mejor en los momentos difíciles y siempre, quisiera ella o no le sacaba alguna sonrisa.
-¿Te puedo confesar algo?- le dijo Carlos
-Claro, dime.
-Lo que te voy a decir es algo que nunca se le he confesado a nadie y es muy difícil para mí tener que decirlo después de tanto tiempo.
-Me estás asustando- dijo ella.
-Tranquila, creo que no es nada malo- dijo el sonriendo. Bajó el tono de voz para que sólo su amiga le pudiese escuchar- estoy enamorado de Sara.
Se quedó perpleja la escuchar la confesión de su amigo. ¡Le gustaba Sara! Estaba enamorado de aquella chica rebelde, macarrilla y que todo le importaba menos tres.
-¿De verdad?- le preguntó Noelia- de Sara, la hermana de Mario, mi amiga…
-¡Sí, si esa Sara!- le cortó Carlos- desde hace tres años. Dejamos el campamento y sentí que la echaba de menos y me di cuenta de que la quiero.
-Que bonito…- dijo ella pellizcándole cariñosamente la mejilla- ¿Qué vas a hacer cuando la veas?
Esa era una buena pregunta. No sabía como reaccionar cuando la viese dentro de cinco minutos en la estación.
-No lo sé, para estas cosas soy muy precavido- dijo volviéndose a repeinar- creo que nunca le diré lo que me pasa con ella. Seguramente ella no sienta lo mismo. Además no quiero perder esa amistad que tengo con ella, somos amigos desde los cuatro años.
-Nunca sabrás si siente algo por ti si no se lo preguntas- dijo ella muy seria.
Carlos se quedó pensativo durante unos minutos hasta llegarle a preguntarle a Noelia algo que, a ella también le haría pensar, pero sobretodo, la haría dudar.
-Hacemos un trato- comenzó a decir el chico- yo le contaré todo lo que siento a Sara, si tu vuelves a estar de novia con Mario.
Noelia suspiró. No le sorprendió el supuesto pacto de Carlos.
-¿Por qué estás tan empeñado en que vuelva a salir con el?- le preguntó ella interesada.
-Pues, porque estás deseando volver con el, pero por miedo a que se vuelva a ir, no quieres arriesgar.
Otra vez esas ganas de llorar. Volvían esas lágrimas que siempre eran por el. Su amigo tenía razón, era una cobarde. Iba a sufrir el resto de su vida por miedo a perderle de nuevo. Eso debía de cambiar, y sólo había una persona capacitada para hacerlo. Ella misma.
-Está bien- le dijo Carlos- si tu le dices a Sara lo que sientes, yo lo volveré a intentar con su hermano, ¿de acuerdo?
-¿Trato hecho entonces?- dijo enseñando para la mano para que la chica la estrechase.
-Trato hecho- dijo estrechándola.
El coche se adentró en un parking oscuro. Pablo aparcó el vehículo entre dos columnas de color rojo. La treinta y cuatro C. El cuarteto bajó de coche, Pablo y Ana de la mano y Noelia y Carlos volvieron a estrechar las manos con símbolo de que ya no había vuelta atrás. Carlos debía de confesarle lo que sentía a Sara y Noelia tenía como meta volver con ese chico moreno de ojos verdes. Mario.
Las puertas de un lado de la estación se abrieron para ellos. Las cruzaron y subieron unas escaleras mecánicas que indicaban que arriba de estas se encontraba la estación de autobuses. En último escalón, Noelia y Carlos alzaron la vista. En una de las esquinas de la estación había una chica alta, morena y esbelta que miraba el cartel de horarios de los autobuses. Vestía con unos vaqueros ajustados, una camiseta de palabra de honor de color azul oscuro, llevaba el pelo recogido con un moño alto e iba más pintada que una puerta. Sara. Carlos se separó de Noelia para acercarse a la adolescente que observaba el panel de horarios.
-Hola guapa- le dijo el dándole dos besos.
-¿Qué tal pecoso?- le dijo ella haciéndole sonreír. No le importaba que alguien se metiese con sus pecas o su color de pelo.
-Igual que tu supongo- le decía- con ganas de verano.
Noelia los observaba. Reían. Siempre se lo pasan muy bien juntos, hacen buena pareja. 
Dejó de mirarlos, un instante para buscar al chico de su vida. Se quedó mirando fijamente a una gigantesca columna donde un chico moreno peinado con una cresta con el flequillo aplastado y de ojos verdes hipnotizantes estaba apoyado contra ella. Vestía un polo de color negro con el cuello levantado a juego con su pirscing negro de debajo de labio, un pantalón blanco y unas zapatillas de igual color que los pantalones. Tenía el móvil en la mano. Noelia se acercó a el y este, al levantar la vista y ver quien andaba hacia él, guardó el móvil en el bolsillo y fue a saludarla.
-Hola Noelia.
-Hola Mario- le dijo dándole también dos besos- ¿Qué tal estás?
-Bien, bien- dijo el tartamudeando un poco. Como le gustaría ser el de la frase de su sudadera verde- ¿Y tú?
-Bueno, no es que tenga muchas ganas de ver a ese incompetente de Jorge, pero sobreviviré- dijo con una sonrisa.
-Como te moleste ya sabes que Carlos y su estatura están preparados para partirle la cara- dijo riéndose como un niño pequeño. Siempre se metían, el y Pablo, con su estatura.
Se quedaron mirándose a los ojos, sin saber que decirse. No hubo palabras. Mario penetró sus grandes ojos verdes en los ambarinos de Noelia.
-¡Ey, embobados! ¡Han llegado Jorge y su chica!- les gritó Pablo desde la otra punta de la estación.
Noelia se giró, dándole la espalda a Mario. Sus pupilas se clavaron en un chico alto, de pelo rubio y cortado del mismo estilo que el de Pablo, sus ojos eran azules claros y vestía con una sudadera roja, unos vaqueros negros y unas deportivas usadas. Jorge. A su lado una chica de pelo negro, realmente guapa, de estatura media, ojos marrones muy oscuros y vestía un vestido blanco bastante corto y unos tacones de diez centímetros por lo menos. Era bastante envidiable para cualquier chica. Paola. Para la vista de cualquier persona, hacían una pareja muy mona, pero para los ojos de Noelia era el rompe corazones del siglo veintiuno y la asesina de toda la era.
-Cada día ese chico me da más asco- dijo Mario en voz baja.
-No voy a decirte lo que ese chico me parece a mi porque hay niños aquí- dijo ella volviéndolo a mirar- será mejor que nos acerquemos.
Se aproximaron a sus amigos y a los recién llegados. Jorge miró a Noelia y se acercó a ella para darle dos besos, pero ella los rechazó apartando la cara.
-Ni te me acerques, ¿entendido?- dijo Noelia desafiante.
-Por favor- decía Jorge- no me digas que aun estás enfadada por lo que pasó. Ya han pasado tres años Noelia, ¿no crees qué ya va siendo hora de hacer la paces?
-Es en lo último que estoy pensando en estos momentos.
Una carcajada sonora, procedente de la boca de Paola, retumbó en las paredes de toda la sala.
-Déjala tranquila, cielo- le dijo Paola a su chico agarrándolo de la mano - hay de gente que tarda en madurar.
Noelia parecía una hoya Express. Pensaba que en cualquier momento iba a echar humo por las orejas. No soportaba el oír hablar a esa alimaña.
-Supongo que eso lo dirás por ti, guapita de cara- dijo Noelia llena de ira- por cierto, ¿no tienes frío? Lo digo, porque unos centímetros más de vestido no te hubieran sobrado.
Los amigos de la chica se reían a carcajada limpia. Sara se había tenido que sentar en el suelo de la risa tonta que le había entrado.
-¡Zas! ¡En toda la boca!- dijo la risueña como pudo.
Ayudaron a su amiga a levantarse, al ver que un autobús de color gris a rayas naranjas se acercaba hasta ellos. El conductor bajó del vehículo y saludó a Jorge.
-Chicos, ir subiendo al autobús- dijo.
-¿Esto es para nosotros solos?- preguntó Ana asombrada.
-Claro, mi padre es el dueño de esta línea de autobuses. No le importará que cojamos este- dijo el niño rico y mimado.
Uno a uno fueron subiendo al autocar. Delante de Noelia estaba la pareja más subnormal de este siglo. Paola, al ver que tenía a Noelia detrás, agarró a su novio de la cintura y le dio un morreo que, de solo verlo, te entraba arcadas. Jorge le hizo un gesto a su chica de que subiera al autobús y miró a Noelia.
-¿Quieres tu también un beso?- dijo guiñándole un ojo.
-¡PERO TU ME VES CARA DE TONTA O QUÉ!- aulló ella empujándolo con el hombro para poder subir al autobús.
Una vez todos sentados comenzó el viaje, e iba a ser un trayecto demasiado movidito para el gusto de Noelia.

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