11. LA CASA DEL NIÑO RICO.
Dos horas y
media de insufrible viaje. Dos horas y media aguantando a ese babuino de Jorge
y a su insoportable noviecita.
-¿Sigue
igual de insoportable, verdad?- le preguntó Ana a Noelia, su compañera di
viaje.
-Nunca
cambiará- dijo ella mirando por la ventana.
Noelia veía
a su amiga inquieta. Ana quería estar sentada al lado de Pablo, pero no quería
dejar sola a su amiga en estos momentos.
-Anda- le
decía Noelia- levántate y vete a sentar con Pablo, que lo estás deseando.
Ana miró
contenta a su amiga, se merecía el cielo por todo lo que estaba soportando
estos días.
-¿No te
importa?- dijo Ana mirando a su amiga que negaba con la cabeza- gracias.
Se levantó
del asiento, pero no se fue sin antes darle un beso y un abrazo a su amiga.
Noelia vio como se acercaba a su chico y le daba muchos besos seguidos. “Una
pareja con suerte” pensaba Noelia. Volvió a mirar por la ventana, todo eran
montañas y arena por todas las perspectivas del paisaje. Subió los pies al
asiento, se colocó los auriculares del MP4 para escuchar música y cerró los
ojos. No quería dormirse, ni quería pensar, sólo deseaba que este largo viaje
cesase.
Al otro lado
del autobús, Mario contemplaba a su amiga. ¿Estaban juntos? No era lo que
parecía en la estación de autobuses, se mostraron algo distantes. Tenía que
resolver esa duda. Se levantó del asiento y se dirigió al de la chica. Jorge lo
observaba con detenimiento con una mirada amenazante, pero Mario pasó de él. Se
sentó al lado de Noelia que seguía con los ojos cerrados.
-¿Estás
dormida?- le preguntó en voz baja.
-¡No!- dijo
ella dando un salto en el asiento- ¿sabes cuánto llevamos de viaje? Se me está
haciendo eterno.
-Una hora-
dijo el mirando a su reloj. Noelia conocía ese reloj, se lo regaló cuando
cumplió los catorce años y desde ese día no se puesto ningún otro- tengo que
preguntarte una cosa.
-Dime- dijo
Noelia quitándose los auriculares de la oreja para poder oírle.
Mario dudaba
el preguntarle. No se lo iba a esperar y esa pregunta le haría comerse aun más
la cabeza.
-¿Estamos
juntos otra vez?- preguntó cerrando los ojos con fuerza hasta terminar de formular
la pregunta.
Abrió los
ojos y vio la imagen de Noelia con los ojos húmedos. Eran muchos los recuerdos
que llegaban a la cabeza de la chica.
-No lo sé.
-No era eso
lo que quería oír- le dijo Mario sonriente- ¿qué es lo que sientes?
-Ahora
mismo- comenzó a contarle ella- estoy en un autobús para pasar todo lo que
queda de verano en la casa de un imbécil que me destrozó el corazón hace tres
años y que ahora está saliendo con una adolescente pirada que casi me mata
tirándome a una piscina y el chico de mi vida está ahora sentado a mi lado
preguntándome si seguimos juntos. ¿Qué crees que siento?
Mario se
quedó con los ojos abiertos como platos. ¡Menuda respuesta le ha dado la niña!
-Con el
rollo que me has soltado, ahora mismo sólo se que siento una cosa que no
cambiará nunca.
-¿El qué?
-Lo que
siento por ti- dijo Mario muy seguro de sí mismo.
-¿Y qué
sientes por mí?- dijo ella sonrojada.
Mario no
respondió a su pregunta con palabras, sino que lentamente se fue acercando a
ella hasta llegar a unir sus labios con los de Noelia.
En estos
momentos, estaría bien tener en las manos un botón que parase el tiempo y
volverlo a pulsar cuando te diese la gana.
-Espero que
eso te conteste a la pregunta- dijo Mario aliviado. Llevaba días intentando
hacer eso- y ahora contéstame tú, ¿sientes algo por mí?
Llegó un
nuevo beso, pero ahora era por parte de la chica.
-Creo que
algo parecido a lo que sientes tu- dijo ella con una gran sonrisa marcada en la
boca.
-Entonces,
¿volvemos a estar juntos?
Noelia no
podía aguantarle la mirada. Esos ojos verdes podían con ella. No le contestaba,
¿por qué no lo hacía? Era tan fácil como decir, sí. Pero en esos momentos no
podía pronunciar palabra alguna.
-¡Dile qué
sí mujer, qué lo estás deseando!- le gritó Carlos, que estaba sentado detrás de
la pareja con Sara, a Noelia.
Abrazó a
Mario, este no rechazó el abrazo, al contrario. Le encantaba todo de ella, su
aroma, su forma de hablar, de vestir, su físico… pero había algo en que, pocos
chicos del Universo en general se fijan. Lo que más atraía a Mario de la chica
era su personalidad, la manera que tenía de ver las cosas.
Cuando el
abrazo termino, Noelia miró fijamente al chico.
-Eso parece-
respondió Noelia emocionada.
-¡Qué vivan
los novios!- chilló Carlos. Su grito se pudo oír desde la playa que se divisaba
al Norte.
Todos se
enteraron de la noticia, y a todos les hacía muy feliz el saber que Noelia y
Mario volvían a estar juntos de nuevo. Bueno, todos no. A Jorge no le sentaron
muy bien los nuevos acontecimientos, así que se giró hacia la pareja y poder
verlos más detenidamente.
-Enhorabuena-
dijo con mala gana- te va a dar guerra, Mario.
-No soy un
cretino como tu, Jorge- dijo el amenazante- no le pienso hacer lo que le
hiciste tu hace tres años.
-¿Quieres
qué te recuerde lo qué pasó? ¡Ella se lo buscó yo no tuve la culpa!- comenzó a
gritar Jorge. Sus ojos apuntaron a Noelia- aunque, bueno vamos recordar un poco
la memoria…
-Ni se te
ocurra- le cortó Mario- ¿¡Qué quieres verla llorar!?
-Déjalo que
lo cuente- dijo Noelia con un hilo de voz.
Todas las
miradas se clavaron en Noelia. Todos sabía que no iba a ser capaz de aguantar
la historia otra vez.
-Noe, no
creo que sea buena idea- le dijo Pablo.
-Si es lo
que quieres…- le decía Jorge- la tarde en la que Noelia y yo acabamos estando
juntos, no sé que tonterías le metió Paola en la cabeza, pero ya he perdonado a
mi chica por eso. Después de esa charla que ambas tuvieron, Noelia corrió hacia
la tienda de campaña a llorar como una niña pequeña de cuatro años. Mario, que
no sé que pintaba allí, fue a consolarla y de pasó aprovechó y le dio un
abrazo. Yo los vi, supe que hubo algo más que un abrazo. Noelia me vio
marcharme y salió a buscarme, pero no antes sin haberse disculpado con su
querido Mario. Quiso darme explicaciones de lo ocurrido y todo acabó en una
pelea contra Mario de la cual yo salí casi ileso. Cuando ella fue a verle a la
enfermería, supe que no me merecía estar con una niñata de quince años, así que
le pedí a Miguel que le contase alguna melonada a Noelia, mientra que yo me
veía a escondidas con Paola. Y fui yo quien mandó a Paola, el día de la
piscina, empujarte a esta lo más fuerte que ella pudiese para que tu te
golpearas la cabeza contra el suelo y así acabar en el hospital, pero acabaste
mejor de lo que yo quería.
Y todo esto
lo hice si tu no te hubieras estado viendo con Mario. No me mereces.
Noelia no
podía aguantar las ganas de llorar. Traumatizada, miró al suelo. ¡Ella estuvo
enamorada de el, cómo pudo hacerle eso!
-Eres un
cobarde- dijo Mario enfadado- ¿¡No ves que la has hecho llorar!?
-Ella se lo
ha buscado. Que no me hubiera dicho que lo contase.
Paola soltó
una gran carcajada como símbolo de felicitación hacia su novio. Ana y Sara se
sentaron junto a Noelia que no podía reprimir sus lágrimas.
El conductor
del autobús paró en un área de servicio. Ese hombre no podía estar media hora
sin comer. Todos intentaron parecer de lo más tranquilos. Las dos chicas
taparon a Noelia para que el conductor no la viese en su estado.
-Chicos, voy
a parar un segundo a comer algo- les dijo el buen hombre- cuando llegue sólo
quedará media hora de viaje.
Todos
asintieron con la cabeza viendo bajar al conductor del vehículo.
Los ojos de
Mario se concentraron en Noelia que seguía llorando a moco tendido.
-Mírame, por
favor- le dijo el susurrando.
Pero ella no
levantaba la cabeza del suelo. No tenía fuerzas para nada.
-No pierdas
el tiempo con ella- dijo Jorge mandándole una mirada de asco a Noelia-
seguramente haga lo mismo contigo que lo que hizo conmigo. Te hará creer algo
que no es y, más tarde, te la pegará con el primero que pase. Es una…
Mario no
aguantaba más. Estaba lleno de ira y de enfado.
-¡Una qué,
eh!- chilló mientras se abalanzaba sobre Jorge.
Ambos
cayeron al suelo. Vivían la misma pelea que hace tres años, pero esta vez, Mario
esperaba salir sin daño alguno. Forcejearon los dos. Carlos y Pablo fueron a
separarlos.
-¡Ya basta,
chicos!- gritó Pablo reteniendo a Mario.
Cuando se
pudieron ver las caras, Jorge llevaba sangre en el labio superior y a Mario le
sangraba la nariz.
Al ver la
pelea de su hermano, Sara se tapó la boca con las manos y, una vez finalizada
la pelea corrió a ayudar a Mario. Ana se quedó al lado de Noelia que quedó
perpleja al ver la pelea. Llevaba los ojos rojos e hinchados, el rimel le
corría por las mejillas y sus lloros no cesaban.
-¿Qué ha
pasado aquí?- preguntó el conductor que había vuelto de su descanso- ¡qué
alguien me lo explique!
-Nada- le
decía Jorge soltándose de Carlos- todo ha sido una equivocación, ¿verdad,
Noelia?
Mario cada
vez enfurecía más. ¡Cómo se atrevía a dirigirle la palabra con todo lo que le
estaba haciendo pasar!
Noelia
asintió con la cabeza, no podía hablar. Era como si su voz se hubiese apagado.
El conductor
volvió su asiento para continuar el viaje, pero no antes sin haber mandado a
cada chico a su asiento correspondiente. Ana volvió a sentarse con Pablo, Sara
no quería dejar solo a su hermano, se sentó a su lado y Carlos se sentó junto a
Noelia, que ya parecía más tranquila.
-¿Cómo
estás?- le preguntó el buscando su mirada.
-Mejor,
gracias- dijo ella secándose sus últimas lágrimas con el puño de sus sudadera.
-Menudo
viajecito ¿eh?- le dijo Carlos intentado animarla, pero esta no respondió-
Mario está muy preocupado por ti.
Esa frase
hizo que la chica levantase por segunda vez la cabeza para mirar a su amigo.
-¡Por qué se
ha tenido que meter en esa pelea!- le dijo ella- Jorge tiene razón, no me lo
merezco. No me merezco a nadie.
-No digas
eso- le dijo Carlos agarrándole la mano- Mario se metió en esa pelea porque le
importas más que a nada en este mundo y, te lo mereces.
Noelia no
quería seguir hablando del tema de la pelea y de la versión de Jorge.
-Cambiando
de tema- comenzó a decir Noelia- ¿qué tal con Sara?
-Aún no le
he dicho nada, ni creo que lo vaya a hacer.
-¿Y qué pasa
con el trato qué hicimos? El trato era que si yo volvía con Mario tu le
contarías le que sientes a Sara.
-¿Y si me
dice qué no?- dijo el- nunca se fijaría en un chico como yo. ¡Pero tú me has
visto!
-Sí- comenzó
a decir ella- y veo a un chico que tiene las mismas papeletas que otro
cualquiera de conseguir a la chica que le gusta.
Carlos se
quedó pensativo durante unos segundos. Para el, había un noventa y nueve por
ciento de posibilidades de que le rechazase pero… y si el es ese uno.
-Está bien,
tu ganas en cuanto lleguemos a la casa del mimado, se lo cuento todo.
Noelia le
dio un abrazo a su amigo. Le deseaba lo mejor, ahora todo dependía de Sara.
En una de
las esquinas del autobús, Mario hablaba con su hermana de todo lo sucedido.
-Me da asco,
ese tío, me da asco- le decía Mario a Sara- se supone que alguna vez sintió
algo por Noelia, ¡cómo a podido tratarla así!
-¿No crees
qué deberías hablar con ella?
-Dudo mucho
que ella quiera hablar conmigo después de meterme en la pelea con ese engreído,
y no la culpo.
-Mira
conozco a Noelia desde que ambas medíamos medio metro y nunca se ha enfadado
contigo, no porque no quiera, sino porque no puede y menos ahora que volvéis a
estar juntos ¿no?
-Entonces tú
crees que debería ir a hablar con ella- le dijo Mario a su hermana.
-Por
supuesto – dijo Sara muy segura.
Mario se
levantó de su asiento y se dirigió a el asiento vació del lado de su chica.
Carlos ya no estaba, había ido a molestar a la parejita más reciente del grupo.
-¿Puedo
sentarme?- le preguntó Mario.
-Claro- le
dijo Noelia.
-¿Cómo te
encuentras?
-Ya mucho
mejor, gracias- dijo ella algo cabizbaja- no estoy enfadada contigo por lo que
ha pasado, tu no tienes la culpa.
-Aun así,
quiero pedirte perdón- le dijo Mario.
-No hay nada
que perdonar. Tu estás bien y Jorge está con el labio sangrando. Es perfecto-
le dijo ella más animada.
Hizo reír a
su chico, algo que no era fácil. No se reía con cualquier cosa.
-¡Atención,
atención!- dijo el conductor por el megáfono- hemos llegado, bajad del autobús
y coged vuestras maletas del compartimento.
Todos
obedecieron a la primera. El autobús les había dejado enfrente de la puerta de
la casa de Jorge.
-¡Menos mal,
así no andamos!- decía Pablo- una derecha que hace este hombre.
Entraron la
casa… ¡Qué casa ni que niño muerto! Eso era una mansión con tres pisos. Todos
quedaron perplejos, bueno, todos menos Jorge y Paola que no paraban con sus
arrumacos.
-¡Pero
cuántos baños tiene esto!- gritó Sara que ya estaba en el segundo piso. Menudo
verano les esperaba.
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