8.TODO SE
ACABA.
Noelia pasó
la noche en el hospital ¡había estado tres días inconsciente después de que
Paola le tirase a la piscina!
El mismo día
que salía del hospital, era también el último día del campamento.
Estaba
recogiendo sus cosas cuando Sara y Ana entraron en la habitación. Vieron a su
amiga cambiada, como si su estancia en la clínica la hubiera hecho más madura.
Y así era, ella también lo notaba y, además, las cosas ya estaban más claras en
su cabeza.
Las tres se
miraron y se dieron un fuerte brazo. Todas lo necesitaban.
-¿Preparada
para volver?- le preguntó Sara.
-Sí- le
respondió Noelia- aunque va a ser duro decir hola a todos y dentro de unas pocas
horas despedirse de ellos.
-Lo va a ser
para todos- dijo Ana.
Juntas
salieron del hospital. Fuera había una furgoneta blanca con uno de los
monitores al volante. Le dio la bienvenida a la chica y las tres se montaron
dentro. Cuando llevaban un largo rato de viaje, sonó el móvil de Sara.
-¿Hola?
-Sara- dijo
la voz al otro lado del teléfono- ¿Dónde estáis?
Sara tapó el
altavoz del móvil para que la otra persona no pudiera oír lo que le iba a decir
a sus amigas.
-¿Quién es?-
preguntó Ana.
-Mario-
respondió Sara. A Noelia se le dibujó una sonrisa en la cara. La chica destapó
el altavoz y volvió a hablar con su hermano.
-Estamos
llegando. En cinco minutos llegamos al campamento. OK
-Vale. ¿Cómo
está Noelia?
-Como nunca-
dijo Sara sonriéndole a su amiga. Hubo un momento de silencio.
-Tengo
muchas ganas de verla.
-Y tú no
sabes las ganas que tiene ella de verte a ti. Te dejo que ya llegamos. Un beso.
-Otro para
todas. Adiós.
La chica
cuelga a su hermano. Y se dirige a sus amigas.
-Besos de
Mario.
-Sí, el que
te va a dar a ti cuando te vea- dijo Ana dirigiéndose a Noelia.
Como no ella
siempre pensando en lo mismo, así le va. Si se centrase en otras cosas, otro
gallo le cantaría.
-Que mala es
la envidia- le dijo Noelia entre risas y
dándole un beso en la mejilla a su amiga.
-Chicas, ya
hemos llegado- anunció el monitor.
Aparcó.
Bajaron de la furgoneta. Noelia se emocionó al ver a todos los chicos y chicas
juntos, aplaudirle. Vio a Álvaro, Ángel, Pilar, Miguel, Carlos, Pablo, la
asesina de Paola, al rompe corazones de Jorge, pero sobretodo vio a Mario, su
chico.
La furgoneta
arrancó con el monitor dentro para dejar que todos le diesen una tranquila
bienvenida a Noelia.
La chica se
secaba las lágrimas, pero era inevitable emocionarse.
El primero
en salir de aquel grupo de personas era Álvaro que abrazó a Noelia y consiguió
levantarla del suelo.
-¿Cómo estás
pequeñaja?- le preguntó.
“Pequeñaja,
es verdad, me puso ese mote nada más conocernos” pensó Noelia.
-Bien,
gracias.
Álvaro se
echó hacia atrás para poder ver con más claridad a su amiga.
-¿Has
adelgazado? ¡Ya no me comes bien!- dijo el chico chistoso.
-La comida
del hospital no es un manjar ni tampoco abundante- le dijo Noelia.
Álvaro
examinó a la chica como se fuese un escáner. Se paró en una parte del cuerpo de
la chica, y no es en la que muchos estarían pensando. Se quedó mirando
fijamente a su muñeca.
-¡Eh! ¿Qué
te ha pasado en la muñeca?- preguntó interesado.
Es cierto,
llevaba una fina venda puesta en la muñeca derecha. La enfermera se la debió de
poner porque en la caída se golpeó la mano.
-Me golpeé
contra el suelo de la piscina. No es nada- dijo Noelia tocándose la muñeca.
-¡Qué
alegría de que estés aquí!- dijo Álvaro volviéndola a abrazar, pero esta vez
sin levantarla del suelo.
-Y yo me
alegro de estarlo.
El siguiente
en salir del grupo de personas y darle la bienvenida era Ángel. Su prepotencia
se olía desde el hospital.
-Que guapa
vas- le dijo el chico.
-Em…
gracias- dijo Noelia mirándose la camiseta. Tampoco iba tan arreglada. Llevaba
unos pantalones vaqueros cortos, una camiseta de tirantes color turquesa, las deportivas,
una coleta alta y no iba maquillada.
-Está
preciosa- dijo una voz conocida para ella entre toda la multitud.
Salió un
chico alto, moreno, vestía con piratas blancos y una camiseta de tirantes
negra. Mario.
Noelia no
pudo contener la emoción y corrió a abrazarle. Ella rodeó con sus brazos el
cuello del chico y este la cintura de su novia. Ambos querían que el momento de
ese abrazo durase para siempre. Se separaron, paro Mario no soltó a su chica.
-No sabes
las ganas que tenía de verte, abrazarte y de estar contigo- le dijo Mario
retirándole un mechón de pelo.
-Pues ya
estoy aquí- comenzó a decir ella- y tengo ganas de hacer una cosa para que
todos se enteren.
-¿El qué?
-Esto…- dijo
Noelia poniéndose de puntillas, ya que ella era más baja de estatura que se
chico y besó sus labios. Fue un beso corto, pero no hacían falta palabras para
explicar lo que pasaba y ambos sentían.
Todos
soltaron gritos de asombro, sobre todo Sara que saltaba de alegría al saber y
ver que su hermanito tenía novia y, además, era una de sus mejores amigas. Ya
se las imaginaba de cuñadas.
Pasaron las
horas, las últimas del campamento. Mario y Noelia las pasaron juntos en un
precioso lugar que había a cinco minutos del campamento. Allí Noelia se
tranquilizó después de la bienvenida que le habían dado todos sus compañeros.
Se tumbó en
la hierba y Mario se recostó a su lado, apoyando su cabeza en la mano para,
así, poder mirar a Noelia. Le veía feliz, pero esa felicidad no iba a durar
muchos minutos más.
-¿Estás
bien?- le preguntó Mario serio.
-Sí- le
respondió ella cogiendo una gran bocanada de aire- ¿y tu?
-Preocupado
por una cosa que te tengo que decir y no sé como te la vas a tomar.
Noelia se
incorporó y se sentó en la hierba mirando a su chico.
-¿Qué
ocurre?- le preguntó preocupada.
-Recuerdas
que empecé a buscar universidades a las que poder ir, bueno como todos nosotros
y una de ellas me llamó.
-Sí, claro.
-Bueno,
pues…- comenzó a explicar Mario nervioso- me han dado una plaza para tres años
y… he aceptado.
A Noelia se
le vino el mundo abajo. Otra vez se repite la historia. ¿Por qué no podía ser
feliz con una persona a su lado?
Mario
esperaba alguna reacción de Noelia, pero en vez de eso, ella sólo miraba
fijamente la puesta de sol.
-¿Cuándo te
vas?- le dijo ella muy seria.
-Mañana-
respondió el tapándose la cara con las manos.
-¡Qué,
mañana!- gritó ella alucinada. Se puso de pie.- ¡Te das cuentas de que hoy es
nuestro último día juntos!
-Lo sé- dijo
Mario apenado.
La chica
tenía un cúmulo de sensaciones. Estaba enfada pero a la vez orgullosa de la
elección de Mario porque se lo merecía, era el mejor de la clase. Pero,
sobretodo, quería desahogarse llorando, aunque ella no quería hacerlo delante
de el porque se sentiría culpable de las lágrimas de su chica.
Noelia no
aguantaba, cayó de rodillas al suelo con las manos tapándose la cara. Lloraba.
-Dios…-
comenzó a decir Mario acercándose a ella- no llores, por favor. Sabes que me
mata verte llorar. Es lo peor que me puedes hacer.
Cogió las
manos de la adolescente y se las apartó de la cara. Tenía los ojos rojos e
hinchados.
-¿Y qué
quieres que haga? No quiero pensar en la idea de no tenerte durante tres años.
Mario veía
el dolor que Noelia sentía, no podía verla así.
-No iré- dijo
el- no iré, no quiero perderte.
-No dejaré
que hagas eso, me duele decírtelo pero, no puedes dejar pasar una oportunidad
así, puede que no tengas otra igual.
-Y que va a
pasar con nosotros. Son tres años, Noelia.
Ella se
quedó pensativa, lo iba a echar de menos, pero era lo correcto.
-Las
relaciones a distancia nunca funcionan y…
-Hay que
intentarlo- le cortó Noelia a Mario.
El chico
puso sus manos a cada lado del cuello de su novia y la besó. El tiempo se paró
para los dos. Fue un beso largo e intenso y ambos esperaban que no fuese el
último. Se separaron.
-Tengo que
ir a hacerme la mochila- le dijo Noelia muy cerca de el.
-Yo me quedó
aquí, pensando. Te veo en el autobús. Quiero pensar en el poco tiempo que tengo
contigo.
-De acuerdo-
acabó ella dándole un beso en la mejilla.
Noelia se
fue de aquel lugar precioso y a la vez abominable.
En el
campamento la chica hablaba con Ana, Sara, Pablo y Carlos sobre todo lo que
habían vivido en el campamento.
-¿Tenéis
hechas las mochilas?- les preguntó un monitor.
-¡Sí!-
respondieron los cinco a coro.
-Genial,
chicos- dijo el monitor alejándose.
Noelia
miraba a sus amigos; “Carlos, quince años. El más pequeño del grupo, pero es el
más querido por todos. Recuerdo la primera vez que lo vi. Bajito, pelirrojo,
con unas pequeñas gafas y de lo más torpe” pensaba Noelia. “Sara, quince años.
Una de mis mejores amigas. Morena, alta y esbelta. Es la hermana de mi novia,
Mario. Un chico de quince años, moreno, delgado, de ojos verdes y un cielo. Se
iba a ir a una universidad de vete tu a saber dónde durante tres años. Pablo,
diecisiete años. El más mayor del grupo. La primera vez que lo vi estaba
enzarzado en una de las más famosas peleas del instituto, era de lo más macarra
(no es que haya cambiado mucho.) Rubio, ojos oscuros y pelo a lo Justin Bieber.
Ana, quince años. La más dulce del grupo y una de mis mejores amigas. Rubia,
ojos azules, bajita y desde hace tres años esconde un pequeño secreto. Siempre
que está con Pablo se pone nerviosa, al igual que el. Vamos, blanco y en
botella, leche. ¡Qué viva el amor!” seguía pensando Noelia.
-¡Oh, oh! A
alguien le pasa algo…- dijo Pablo buscando la mirada de Noelia.
Tenía la
barbilla apoyada sobre las manos. Una lágrima resbalaba por su mejilla. Claro,
¡cómo para no llorar! Sólo tenía la imagen del momento en el que Mario le había
contado todo.
-¿Qué te
pasa?- le preguntó Sara.
-¿Tu sabías
que tu hermano se va a una universidad para no volver en tres años?
Sara no se
esperaba las palabras de su amiga.
-Ya te lo ha
contado- dijo Ana.
Noelia
levantó la mirada, despegando la barbilla de sus manos. No podía creer lo que
su amiga le había dicho.
-¡Cómo!
¡Todos lo sabíais y nadie me lo había contado! ¡Menudos amigos tengo!- gritó
furiosa.
-No te lo
queríamos contar, porque Mario no nos dejaba- decía Carlos- quería hacerlo el.
Noelia se
derrumbó. Tres años sin verle, sin estar con el, a su lado. Mil ochenta días
separados. Un mar de lágrimas y llantos caían por sus rosadas mejillas.
Carlos se
levantó del banco en el que todos estaban sentados.
-Eres como
mi hermana y sabes que no te puedo ver así- le dijo su amigo ofreciéndole un
pañuelo de papel para que se secase las lágrimas- si te hemos hecho daño no
contándotelo, te pedimos perdón.
Cuando la
chica pudo hablar y tranquilizarse, se dirigió a todos sus amigos.
-Lo siento,
pero es que…
-Le quieres
¿no?- le dijo Ana.
-Más que
eso- dijo Noelia secándose las lágrimas y muy segura de lo que acababa de
decir.
Vieron
llegar el autobús que les llevaría de nuevo a su casa.
-Bueno- dijo
Sara- será mejor que vayamos subiendo al autobús. Ya hay ganas de volver.
Todos se
levantaron, cogieron sus mochilas y anduvieron
de camino al autobús
Noelia echó
un último vistazo al campamento, recordando todo lo vivido en ese significativo
lugar.
-Adiós- dijo
susurrando.
Subió al
autobús, se acordó del primer día de campamento, todos nerviosos y sentados con
sus amigos más íntimos y, ahora algunos estaban dormidos y otros hablando con
unas personas que en trece días se habían convertido en unos amigos que durarán
para siempre.
Mario estaba
sentado en un de los asientos del fondo. Solo y serio, miraba por la ventana
pensativo. Noelia nunca lo había visto tan formal.
-Mi hermano
te está esperando- le dijo Sara.
Noelia
miraba a su amiga que la animaba para que fuese a hablar con el. Echó a andar
hacia el asiento donde se encontraba su chico. Se sentó a su lado.
-¿Qué has
pensado?- le preguntó curiosa- dímelo, por favor.
Mario la
miró fijamente, pero no dijo nada. Se dedicó a abrazarla. En medio de ese
abrazo, el chico de ojos verdes besó de manera suave y tierna el cuello de la
chica.
-Tonterías,
tranquila- dijo Mario sin dejar de abrazarla- te quiero, no sé que haría sin
ti.
-Pues
estarías con otra- dijo Noelia con una sonrisa. Se separó de el.
-Eso nunca.
Eres la única para mí. Sabes que te quiero, te quise y siempre te querré,
estemos juntos o separados. Siempre.
Noelia se
emocionó al oír esas palabras. Se acurrucó juntó a el y este pasó su mano por
el hombro de la chica.
-¿Crees qué
funcionará?- le preguntó Noelia- ya sabes, lo nuestro.
-Eso nadie
lo sabe pero, espero que sí.
El autobús
arrancó, volvían a su casa. Iba a ser un viaje largo, de diez horas nada menos,
pero eso no le importaba a la pareja de enamorados.
Mario estuvo
observando a Noelia casi todo el trayecto, era tan especial para el. Era la
chica perfecta.
La última
vez que la miró, tenía los ojos cerrados, debía de estar muy cansada por todo
lo que le había pasado en esos trece días de campamento.
-¿Te estás
durmiendo?- le preguntó Mario.
-No- dijo
ella dando un brinco- no, serán imaginaciones tuyas.
Con esa
frase, Noelia pudo sonsacarle una sonrisa, algo forzada por su parte.
-Deberías
dormir, estás muy cansada. A mi no me engañas.
-Si te crees
que las pocas horas que tengo contigo me las voy a pasar durmiendo lo llevas
crudo- dijo ella mirándole a los ojos.
-No me lo
recuerdes más, por favor. Ya es muy duro hacerme a la idea yo solito de que no
voy a poder estar contigo tres largos años- dijo Mario tapándose los ojos con
una mano.
Noelia se
sentía mal por la contestación que le había dicho a su novio. Subió los pies al
asiento de manera que pudiera agarrarse las piernas con los brazos.
-Lo siento-
dijo Noelia triste- perdóname.
Mario buscó
la mirada de su chica. Pudo ver que sus ojos ambarinos aguantaban las ganas de
soltar alguna pequeña lágrima de culpabilidad.
Colocó su
dedo índice en la barbilla de la chica para que ella le pudiese mirar. Noelia
levantó la vista, veía a Mario preocupado por ella. Siempre la estaba
protegiendo y ella no se lo agradecía de ninguna forma.
-No es culpa
tuya- dijo el acariciándole una de sus mejillas.
Cada vez se
fue acercando más a ella hasta llegar a presionar sus labios con los de su
novia. Fueron muchos besos seguidos, cuatro, cinco, perdieron la cuenta. Se
dejaron llevar por lo que sentían.
-¡Ey
tortolitos! ¿Qué tal si entre beso y beso probáis a respirar?- les dijo Pablo
que estaba sentado delante con Carlos.
A Noelia le
entró la risa y tuvieron que parar. Mario echó la vista al suelo, molesto.
-¿Sabes qué?
Tú tienes un don- le dijo Mario a su amigo.
-¿Cuál?
-Fastidiarla
siempre- le dijo Mario dándole un pequeño, pero amistoso empujón hacia atrás.
Las horas
pasaban demasiado rápidas para la pareja de enamorados. Sólo quedaban dos horas
de viaje, dos horas de estar juntos, las dos últimas horas que tenían para
decirse adiós.
-Sabes, si
lo piensas cuando nos volvamos a ver los dos tendremos dieciocho años- le dijo
Mario a Noelia.
-Sí, y
cuando yo empiece la universidad, tu ya habrás acabado- le dijo ella- serás el
más joven de toda la universidad.
-En eso te
equivocas. No te lo había dicho pero, los dos primeros años que yo esté allí
serán algo parecido a una iniciación para adaptarme. El último año empezaré lo
que quiero estudiar.
-¿Y qué
quieres estudiar?- preguntó Noelia curiosa, pues Mario no le había contado lo
que quería estudiar.
-Ingeniería
aeronáutica.
La chica no
se sorprendió. Mario siempre había estado interesado por el mundo de la
ingeniería. Sara le contaba que, siempre que se iban de vacaciones, su hermano
se para a contemplar la estructura de los edificios que le llamaban la atención
y empezaba a tartamudear palabras raras que Sara nunca llegaba a entender.
-¿Llorarás
cuando me vaya?
-Parece que
no lo sepas. Claro que lloraré. Voy a llorar como una niña pequeña- dijo ella
mientras veía reírse a su novio- ¿y tu?
Mario dejó
de reírse. No sabía que contestar, la pregunta era difícil. ¿Iba a llorar
mientras el decía adiós a la chica de su vida?
-No lo sé.
-Sabía que
ibas a decir eso- le dijo Noelia mirando hacia otro lado.
-¡Eh! Que no
llore cuando me vaya no significa que no te vaya a echar de menos. Van a ser
los tres años más largos de mi vida.
Noelia no
dijo nada, permaneció callada. Sentía muchas cosas a la vez. Miedo por
perderle, pero se sentía orgullosa porque Mario iba a cumplir uno de sus
sueños.
-¿Me
prometes que no vas a estar con otro mientras estoy fuera?- dijo el para
intentar sacarle una sonrisa.
-Idiota,
claro que no. ¿Qué piensas que soy?- dijo Noelia dándole un cariñoso golpe en
el brazo.
Mario voy a
lo lejos que estaban llegando a la estación de autobuses donde los caminos de
Noelia y Mario se separarían.
-Ya hemos
llegado- dijo Mario muy serio.
-Puff-
suspiró Noelia preocupada.
-Tranquila,
todo saldrá bien- dijo Mario dándole un beso en la frente a su chica.
Había mucha
gente esperando la llegada de los adolescentes. Padres, madres, hermanos y de
más familiares, amigos, etc.
Bajaron del
autobús para coger sus pertenencias de unas grandes puertas que abría el
autobús. Noelia dejó caer su mochila al suelo y corrió hasta sus padres y su
hermana mayor. Les dio un fuerte abrazo y un par de besos a cada uno. Mario la
observaba sonriente, le daba mucha pena verla así de feliz y en diez escasos
minutos verla llorar por su marcha.
-¿Qué tal lo
has pasado, hija?- le preguntó su madre.
-Muy bien.
Ha habido de todo un poco.
-¿Y tu
primer beso, qué tal hermanita?
Noelia se
puso roja como un tomate. Mira que su hermana tiene la boca más grande que un
buzón.
-¡Qué es eso
de un beso!- dijo su padre cruzando los brazos.
-Alucinaciones
de tu hija, papá- dijo Noelia echándole una mirada amenazante a su hermana que
no paraba de reír.
Giró su
cabeza hacia la familia de Mario y Sara, todos le daban la enhorabuena al
estudiante por su entrada en la universidad y en otro lado la familia de Jorge,
del cual no se despidió ni pensaba hacerlo. Era hijo único, con unos padres
ricos que lo tenían muy mimado. Debían de tener casas a patadas, más que litros
de agua hay en el mar. Jorge miró a Noelia y con la mano le dijo adiós. Ella no
se dignó ni a volverle a mirar, no se merecía ningún gesto suyo.
Volvió a
girar la cabeza a la familia de Mario y Sara. La madre lloraba, al igual que
Sara, no iban a verle en tres años y si para Noelia era duro, imagínate para su
madre y su hermana. En cambio, el padre estaba rígido, en los ojos se le veía
que también tenía ganas de llorar, pero le podía el orgullo. Mario abrazó a su
hermana.
-Te
esperamos en el coche, para llevarte al aeropuerto- le dijo Sara.
-Vale, pero
cuando llegue no quiero verte llorar más- le dijo Mario volviéndola a abrazar.
Sara desapareció de la escena.
-Noelia,
nosotros vamos también a por el coche. Te esperamos dentro. Puede que quieras
despedirte de Mario- le dijo su madre.
-De acuerdo.
Noelia vio
como sus padres, poco a poco, se fueron alejando de la estación hasta dejar
solos a la pareja.
La chica
corrió hacia Mario. Mientras corría las lágrimas brotaban de sus ojos. Saltó
hacia el y con sus brazos le rodeo el cuello.
-¿No
habíamos quedado en que no ibas a llorar?
Noelia no contestó.
La idea de no verle en tres años le dejaba sin palabras.
-No empieces
ahora con eso- le dijo ella separándose un poco de Mario- ¿A qué hora coges el
vuelo?
-Dentro de
media hora. A las doce de la madrugada. Llegaré a Boston para poder dormir un poco-
dijo el- ¿Me echarás de menos?
-Por favor,
Mario que pregunta es esa…
-Dímelo,
necesito saberlo- le corto el chico.
-Más que
nadie.
Mario se
inclinó hacia la chica, ¡le hacia tan feliz en saber que le quería!
Puso su mano
izquierda en el cuello de Noelia y su mano derecha en su cintura. Temblaba.
Mario no se podía imaginar el miedo que tenía ella de perderlo. Besó sus labios
despacio, saboreando cada segundo que les quedaba. Ambos querían que, por un
instante, el tiempo se congelase. Pero, la vida no tiene un botón de pausa.
Noelia no quería sufrir más y se apartó de el, no demasiado.
-Tienes que
irte- dijo ella volviendo a llorar.
-No quiero
que mi recuerdo de ti sea viéndote llorar- dijo Mario volviéndola a besar, pero
ella lo rechazó.
-Los dos
sabemos que tienes que irte. Hazlo por los dos. Vete.
Mario le
hizo caso y se fue alejando de ella, pero antes de llegar a la puerta de salida
se volvió a Noelia y le dijo:
-Te quiero-
dijo diciéndole adiós con la mano.
Noelia vio
como se iba de la estación. Salió fuera secándose las lágrimas. Antes de que
pudiera darse cuenta, el coche de Mario ya no estaba. Volvía a llorar. Ya está,
se había ido.
Anduvo hacia
el coche de su padre, entró y se sentó en uno de los asientos de atrás. Sacó un
pañuelo de papel y a la vez, una foto se cayó al suelo. Se agachó para cogerla.
Era la última foto que Mario y ella se habían hecho juntos. El pañuelo no
sirvió de nada.
-Papá,
arranca, por favor- dijo Noelia.
Y en esa tarde lluviosa de julio, los caminos de
ambos se separaron y no sabían se iban a volver a encontrar tal y como se
fueron.
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