16. NO
MIRES ATRÁS, SI LO QUE TE IMPORTA ESTÁ DELANTE.
A la mañana
siguiente a Sara, después de que se tranquilizase de su arrebato con Carlos, le
dieron el alta en el hospital. Cuando llegaron a la casa de los padres de
Jorge, instalaron las cosas de Noelia y, Sara, se tumbó en su cama para
descansar un poco.
Noelia entró
en la cocina para beber un vaso de agua, abrió la nevera, sacó el agua y vertió
un poco de esa en su vaso de cristal. Acabó y dejó el vaso en el fregadero.
Desvió su mirada hacia la encimera, encima había un papel doblado por la mitad.
Lo abrió para poder leerlo.
No puedo más, me voy a mi
casa.
Vendré a por mis cosas por
la tarde.
Decirle a Sara de mi parte
que lo siento mucho.
Carlos.
Noelia salió
de la cocina y se sentó en un de los sillones del salón y releyó varias veces
la nota de su amigo.
Alguien la observaba.
-¿Qué estás
leyendo?- le preguntó Mario desde lo alto de las escaleras. Noelia se
sobresaltó.
-Nada, una
estupidez- le respondió levantándose rápidamente del sillón donde estaba
sentada. Se guardó la nota en uno de los bolsillos del pantalón.
-¿Seguro?-
le preguntó arqueando las cejas y bajando las escaleras en dirección a su
novia. De pronto, ella se puso nerviosa.
Noelia no le
respondió y Mario la abrazó de la cintura haciéndole cosquillas y consiguió lo
que quería. Sacó el papel del bolsillo de su chica. Lo abrió.
Cuando acabó
de leerlo, miró a Noelia desconcertado.
-¿Se ha ido?
-Dice que
esta tarde vendrá a recoger sus cosas. Aún tenemos alguna oportunidad para que
se quede- le dijo Noelia muy seria.
-No debería
importarle tanto lo que mi hermana dijo. Ella no sabía lo que decía.
-Tienes
razón en lo de que tu hermana no sabía lo que decía ni hacía- comentaba Noelia-
pero, Carlos está en todo su derecho de tomarse así las cosas. Por si no lo
recuerdas, Mario, Carlos está enamorado de tu hermana.
Mario se
llevó las manos a la cara, miró al techo y resopló. Volvió a mirar a Noelia
unos segundos y se sentó en el sofá del salón. Le hizo un gesto a la chica para
que se sentase en sus rodillas. Ella no se negó.
-Menudo
verano ¿eh?- le dijo Mario miándola a los ojos.
-Sí- le
dijo- es igual de movidito que el de hace tres años, ¿te acuerdas?
-¡Cómo para
olvidarme!- le dijo Mario sonriendo- por si no lo recuerdas, fue el verano en
el que empezamos a salir juntos.
-Claro que
me acuerdo.
Noelia bajó
la mirada. Se levantó de su regazo y se sentó en el otro lado del sofá con los
brazos cruzados y, subió las piernas al sofá.
-¿Qué pasa?-
le preguntó Mario acercándose a ella- ¿en qué piensas?
-Nada, es
una cosa que llevo dándole vueltas desde que llegamos al hospital- le dijo
Noelia con la voz entrecortada- pero si te la digo te enfadarás, así que,
olvídalo.
Mario le
sujetó las manos he hizo que le mirase a la cara. Noelia se rindió y acabó por
contárselo.
-Pienso que-
le contaba- no es buena idea que te cambies de universidad, sólo por estar más
cerca de mí.
Noelia se
levantó del sofá y, aún con los brazos cruzados, anduvo hacia un gran ventanal
de cristal.
-¿No quieres
que vaya a esa universidad?- le dijo Mario que, también se levantaba-
¡Prefieres volver a sufrir todo otra vez! ¡Por qué yo no, Noelia!
-Te lo estoy
diciendo de buenas, Mario. No hace falta que me grites.
-¡Pero, es
qué lo que has estado pensando es una estupidez!- le decía mientras caminaba
hacia ella- te quiero y no puedo volver a perderte.
Mario apoyó
su espalda contra el cristal y giró la cabeza para mirarla, pero Noelia no se
dignó a mirarlo.
-¿Por qué no
quieres que esté cerca de ti?
-Porque esa
universidad no te va a servir para nada. Debes acabar lo que ya has empezado,
Mario. Y, ni yo ni el cambio de universidad nos podemos meter en eso.
-Noelia, yo…
-Ya hemos
terminado de hablar- le cortó ella mirándole a sus penetrantes ojos verdes por
primera vez.
Atravesó
todo el salón y, todo lo deprisa que sus piernas le permitían, subió las
escaleras y se encerró en su habitación. Se tumbó en su cama, boca abajo, con
las manos en la cara. Las lágrimas le resbalaban por su rostro dejando correr
el maquillaje. Parecía que sólo servía para llorar y para confundir a la gente.
Hacerles creer algo que puede ocurrir y que, al final, por su culpa nunca
pasará.
En el salón
de la casa, Mario seguía de pie, pegado al cristal de la ventana. Una lágrima
se desprendía de sus grandes ojos verde esmeralda. Una lágrima que, por Noelia,
se fueron convirtiendo en cuatro y cinco. Estaba muy confuso.
Lentamente,
comenzó a subir las escaleras, atravesó un largo pasillo donde, a los
laterales, se hallaban las puertas de entrada a las habitaciones. Mario se
dirigía a la suya cuando, de repente, se paró delante de le puerta de la
habitación de Noelia. ¿Llamaba? No, seguramente no querría verle.
Lo que Mario
no sabía era que, dentro de esa habitación, una chica de dieciocho años estaba
tumbada en su cama, llorando en silencio por todo lo que acababa de pasar con
ese chico que ahora estaba detrás de la puerta.
Mario
suspiró, agachó la cabeza y se fue a su habitación a hacer algo similar. Entró
en la habitación, se sentó en la cama con los codos clavados en las rodilla y
las manos tapándose la cara. Se dejó caer sobre la cama y miró al techo. Se
quedó mirándolo un buen rato, pensativo. ¿Todo esto era real? Sí, seguramente.
Noelia nunca habla así más que cuando algo va mal. ¿Y si su relación fue un
error desde el principio? No, no lo parecía hace tres años.
Eran
demasiadas preguntas con escasas respuestas y, la mitad que acudían a la cabeza
de Mario, eran todas negativas.
Estaba
cansado. Los párpados se le caían del sueño que tenía. Puede que, si durmiese
un rato y acabase despertándose, todo habría sido un sueño. Más que un sueño,
una pesadilla. Todo volvería a ser como antes. Cerró los ojos. Era inútil, a
los cinco minutos de quedarse dormido, alguien llamó a la puerta. Asomó la
cabeza una chica rubia, bajita para su edad, de ojos azules, llevaba el pelo
suelto y vestía con unos shorts negros y una camiseta de tirante de color
amarillo.
-¿Puedo
pasar?- preguntó Ana.
-Claro- le
dijo Mario volviéndose a sentar en la cama.
Ana entró en
la habitación y cerró la puerta con cuidado, sin hacer el menor ruido posible.
-¿Has
abandonado a Pablo?
-No, claro
que no- le decía ella sonriente. Siempre lo estaba, hasta en los momentos más
difíciles. Mario envidiaba esa forma de tomarse las cosas- Pablo está hablando
con Noelia.
-Ah...-
decía Mario levantándose de la cama.
-Os hemos
oído desde mi habitación. ¿Qué ha pasado?
-¡Ya lo
sabes, no! Nos habéis oído.
Ahora era
Ana la que se levantaba y andaba hacia el chico que se giró para mirarla.
-Sí, pero
quiero que me lo cuentes tú- le dijo ella agarrándole del brazo- ¿Por qué
estabais discutiendo?
Mario le
contó a su amiga todo lo que Noelia le había dicho y lo que después él pensaba.
-Y, ¿qué vas
a hacer?- le preguntó Ana.
Mario
suspiró.
-No lo sé.
Dudo mucho que ella quiera volver a hablar conmigo. Supongo que será mejor
dejarlo, otra vez.
-¡Dejarlo!-
le gritó Ana- ¡Vas a dejarlo por una tontería de pareja que habéis tenido!
-Ana, si
hubieras visto la cara con la que me lo decía- le dijo Mario sin alzar la voz-
y yo le he gritado, me he comportado fatal con ella.
-Tampoco a
sido para tanto. Estabas nervioso y eso nos puede pasar a cualquiera- le dio
Ana más tranquila- Mario, ella cuánto te importa.
-Ella es lo
que más me importa en este mundo- le dijo muy serio y sin dudar ni una palabra.
-Entonces no
la dejes escapar. Ella es única y tú estás enamorado hasta las trancas de ella-
dijo Ana mirándole a sus grandes ojos de color verde- recuerdas antes de que yo
saliese con Pablo lo nerviosa que me ponía al estar cera de él, voy a decirte
una frase que me dijo una persona que me ayudó a dar el paso de salir con él y
contarle todo.
-¿Cuál?
-No mires
atrás, si lo que te importa está delante. ¿Te suena?
Claro que le
suena. Esa frase se la dijo él para que diese el paso de salir con Pablo. Y
funcionó.
Mario
asintió con la cabeza.
-Pues,
entonces no la dejes escapar por una tontería. Plántate delante de ella y dile
que te da igual lo que ella ha dicho de la universidad. Tú la quieres y vas ha
hacer lo imposible por seguir junto a ella.
Ana tenía
razón y Mario lo sabía. Abrazó a su amiga. Ella tenía el poder de hacer que las
cosas siempre saliesen bien. Otra cosa envidiable.
-Gracias- le
dijo Mario con la cabeza apoyada en su hombro.
-Venga corre
a verla, vivir felices y comer perdices- le dijo Ana.
Mario no
salió de la habitación sin antes darle un beso a su amiga por todo lo que ha
por él. Le debe mil.
Bajó las
escaleras casi, sin que sus pies tocasen el suelo. Llegó al salón y a través de
los cristales, vio a Noelia en el jardín. Salió fuera.
-¡Noelia!
La chica se
giró y corrió hasta su novio. El chico que le daba las ganas de levantarse cada
mañana.
-Mario, lo
siento. Yo…
El chico no dejó que ella siguiese hablando, le dio
un gran beso en la boca. Fue el beso más largo que nunca se han llegado a dar,
y no sería el último.
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